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Es un libro para leerse con calma, degustarlo, sentirlo y vivirlo. Felipe Ossa es el máximo referente de los libreros de nuestro país. Este bogotano, criado en el Valle del Cauca, se enamoró de la lectura desde los cinco años gracias a los cómics e historietas. También tuvo mucho que ver la profesión de su padre, que también era librero. A los 18 años entró a trabajar a la Librería Nacional, donde ya completa 60 años. Leer para vivir es su quinto libro en el cual relata su relación con ese fantástico mundo de la tinta y el papel.

Felipe Ossa es el máximo referente de los libreros en Colombia. Foto cortesía.


Acá les comparto la introducción del libro Leer para Vivir, en la cual Felipe nos cuenta el origen de esta aventura, de relatar las que él denomina las “memorias de un librero”:

“Este libro hunde sus raíces en libros y seres que yo he amado y que influyeron en mi vida y me guiaron por la senda de mi vocación y mi destino.

Fue en 1985. Mi amiga argentina Haydee Chiapero, editora de mucho éxito de libros médicos, me envió de regalo desde Buenos Aires las memorias de Héctor Yánover uno de los libreros más queridos y tradicionales de esa ciudad. El libro tiene una dedicatoria: “Ojalá estas sean un incentivo para escribir las tuyas”.

Su lectura me encantó. Se convirtió en  mi libro de cabecera. Lo he releído por lo menos diez veces y está totalmente subrayado y anotado. Poseo todas las ediciones que han salido y cada vez que lo vuelvo a leer me enseña nuevas cosas sobre mi profesión y el maravilloso mundo de los libros.

Le escribí a Héctor una carta llena de admiración y elogios, y así iniciamos una amistad epistolar que luego se consolidó cuando visité Buenos Aires y nos conocimos personalmente. Desde entonces, cuando viajaba a esa ciudad era obligatorio ir a su librería y conversar sobre libros, autores y editores. Tema infinito, inacabable, que continuábamos por carta y en sus visitas a Bogotá en las pocas veces que vino a Colombia. Lamentablemente la repentina muerte de mi amigo nos privó de continuar nuestro diálogo.

En la época en que este libro llegó a mis manos, la Librería Nacional pasaba por una de sus peores crisis. Todos los que trabajábamos en ella nos unimos en torno al gran maestro José Ordoñez, su fundador, y luchamos a brazo partido para salvarla de la ruina financiera.

Eran días de angustia y de incertidumbre, pero al mismo tiempo había algo que nos impelía a luchar. Estábamos llenos de ideas, de fervor y de entusiasmo. La heredad se hallaba en buenas manos. No podíamos defraudar al maestro y eso nos daba el coraje y el valor para seguir adelante.

No sé por qué recuerdo ese tiempo,  a pesar del peligro de la ruina, como una época de “vino y rosas”.

Días exultantes en la Cali despreocupada y alegre, de mujeres hermosas y de música. Hay un rumor de canciones de salsa en el fondo de la memoria.

No era todavía el tiempo de la historia. Tenía primero que luchar para salvar la “casa en llamas”. Citando a Paul Eluard, estábamos poseídos por “le dur désir de durer” (el duro deseo de durar).

Por esa época murieron mi padre y posteriormente el maestro Ordoñez, que ya era un roble abatido por la enfermedad. La librería logró superar la crisis gracias a la colaboración y el apoyo de un grupo de editoriales amigas, que creyeron en nosotros. Se salvó y, luego de un tiempo, volvió a ser la empresa grande de siempre.

Me trasladé a Bogotá para manejar las sucursales de la Librería Nacional en esta ciudad y aquí conocí a Bernardo Ramírez, mi gran amigo. El hombre poseído por la “suave locura de los libros” ¡Cuántas mañanas deliciosas pasé en su compañía, hablando de libros, de escritores, de historia y de política! Le encantaba escuchar mis anécdotas. Como amaba la librería y todo lo que tuviera que ver con libros, me instaba a que escribiera mis memorias, a que no dejara que la historia de mi experiencia se hundiera en el olvido. Escribí varias cosas que él leyó y a las cuales, juiciosamente, les hizo algunas correcciones.

De repente una tarde, después de que nos habíamos citado para cenar juntos, recibí la noticia de su fallecimiento. Quedé desolado. Había muerto el último de mis maestros. Los tres amigos, porque aparte de ser mis maestros fueron mis amigos, (incluyendo a mi padre a quien siempre consideré mi mejor amigo), con quienes había compartido la pasión por los libros, ya no estaban.

Reflexioné entonces sobre mi pasado. Toda mi vida profesional; las personas extraordinarias que he conocido, los libros maravillosos que he tenido en mis manos, muchos de los cuales he visto nacer. La librería, ese lugar donde se decanta todo lo que ocurre en el mundo, todo lo que la humanidad piensa, anhela, cree. Yo les debía esto a mis maestros.

Ellos me enseñaron a amar los libros y mi profesión de librero, oficio que nunca pensé en ejercer. Porque debo confesar algo aquí antes de continuar: yo no quería ser librero. Soy más pertinente aún: yo no quise ejercer ninguna profesión, ningún oficio.

Cuando aprendí a leer, y descubrí los libros y el fascinante universo que guardaban, ya no quise ser otra cosa que lector. Mucho tiempo después tuve conocimiento de que existía algo llamado man of letters. “Un gentil ocioso” en realidad. Alguien que vive de la renta, ama el arte y la literatura y escribe de vez en cuando en una que otra revista. Un exquisito diletante a quien le tiene sin cuidado el duro trajinar de la vida común. Pero la variable fortuna y las vicisitudes de la vida no me lo permitieron, por lo que fui vasallo de la cultura. Siervo en el templo del libro y no señor de su torre de marfil. Y así, poco a poco, me fui encariñando con mi oficio y me perdí para siempre en el laberinto de la librería, cuyo hilo de Ariadna ya no quiero encontrar.

Han pasado casi sesenta años. Ya es tiempo de contar y recordar. El afecto y la gratitud por esos tres amigos me animan a bucear en mi memoria. Algo más me motiva, y no es poco: la dedicación y el apoyo que he recibido de mi esposa Claudia y la motivación y el entusiasmo de mis hijos por todo lo que escribo.

Pero no es solo mi vida profesional. Es la trayectoria de una institución que, como la Librería Nacional, ha sido baluarte de cultura y civilización. Mi vida y la de la librería se confunden en una sola. Y no se lo que es vivir por fuera de ella. Como dice Héctor Yánover en sus memorias: “La librería no está donde está sino dentro de mí”.


Recuerden contarme sobre posibles temas e invitados para este blog, para mi programa de TV Negocios en tu Mundo y para nuestra colección de libros Historias de Negocios Altamente Inspiradoras. Me encuentran en mi mail juany@agenciastm.com y mis redes sociales: TwitterLinkedinFacebook e Instagram. Les invito a leer Historias de Negocios Altamente Inspiradoras -versión Pandemia-, que pueden conseguir en este link de la Librería Nacional. Es un texto muy potente y útil.

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PERFIL
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Empresario, Conferencista, Coach y Director del programa de televisión Negocios (http://www.youtube.com/negociosentm) Autor de la colección de libros Historias de Negocios Altamente Inspiradoras, disponible en www.juancarlosyepes.com. Además de coach ejecutivo y conferencista internacional, es comunicador social - Periodista con especialización en Gerencia de Mercadeo en el Ceipa. Es influenciador en temas de emprendimiento, tecnología e innovación. Bueno, y nos faltaba: le encanta dictar conferencias y talleres para fortalecer a las personas y empresas en diferentes países.

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