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Un estilo de vida sedentario en medio de la pandemia afecta la salud física y mental de las personas, además va en deterioro del tejido social que se ha formado en América Latina. Emprender estudios sobre la actividad física y el deporte en medio de la crisis es imperativo.

Comúnmente se piensa que hacer ejercicio y realizar actividad física son sinónimos; la diferencia radica en que ejercitarse es realizar una actividad física de forma sistemática y estructurada para mejorar o sostener el estado físico. La sola actividad física hace referencia a cotidianidades del movimiento corporal que involucran músculos esqueléticos y consumen energía; esta se satisface caminando, realizando quehaceres domésticos, trasladando objetos, entre otras actividades.

Aunque el criterio es laxo, las cifras mundiales preocupan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) encontró en 2019 que solo uno de cada cinco adolescentes realiza, al menos, 60 minutos diarios de actividad física. Los datos desmejoran para Latinoamérica y se agravan en las mujeres. En el ranking de inactividad física, Colombia se ubica en el puesto 73 con 84 % de adolescentes inactivos; Costa Rica es el mejor de la región y se ubica en el puesto 48 entre 146 países monitoreados.

En América Latina las políticas públicas que fomentan la actividad física son escasas y se consideran poco relevantes, al tiempo que los presupuestos asignados al deporte suelen ser estrechos. Esta combinación puede explicar las causas de una alta inactividad, que a su vez potencia el bajo rendimiento académico y los descensos de la productividad laboral.

En cuanto a los costos monetarios, el estudio ‘Argentina en movimiento’ calcula que el 20 % del presupuesto de salud podría destinarse a otras actividades, si se atendiera el sedentarismo. En países con urgencias y carencias extremas, como los de América Latina, este dinero representa una excelente oportunidad para fortalecer el sistema de salud o atender otros frentes.

Ejercitarse tiene consecuencias positivas en las personas, además, reduce notablemente los egresos del sistema de salud. En la esfera de la salud física, disminuyen los riesgos de fracturas, hipertensión, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, diabetes y diferentes tipos de cáncer. En cuanto a la salud mental, son menores las probabilidades de sufrir depresión, ansiedad y estrés.

«La ausencia de actividad física y de ejercicio facilitan la aparición de comportamientos autodestructivos y antisociales».

También en la esfera social el tema debe importar, ya que dejar de ejercitarse aumenta la ansiedad y el comportamiento agresivo, al tiempo que desencadena pérdida del sentido de pertenencia a un colectivo humano. En suma, la ausencia de actividad física y de ejercicio facilitan la aparición de comportamientos autodestructivos y antisociales.

La pandemia crea un ambiente árido para la mayoría de las actividades, representa un pésimo contexto para adultos mayores, niños y adolescentes en acciones naturales de actividad física como desplazarse y jugar. Los deportistas sufren problemas múltiples para entrenar y sostener sus hábitos, si bien buscan adaptarse, poco se sabe sobre el nivel de éxito de su acomodo, sus impactos y tendencias.

Aunque aplican algunas estrategias, como: improvisación de escenarios y materiales, programación de alarmas frecuentes, acuden a la autogestión, crean y comparten challenges, reportan apoyarse de manera sincrónica y asincrónica con sesiones virtuales, sufren frecuentemente de  pérdidas en constancia, autoestima, motivación propia y la generada por la expectativa de competencia.

En tiempos de aislamiento, establecer recomendaciones eficaces para fomentar la salud física, mental y el tejido colectivo solo será posible si se comprenden estos cambios. Es necesario identificar experiencias positivas para fortalecerlas y replicarlas. Asimismo, es importante estudiar cambios comportamentales en cuanto a la actividad física y sus impactos económicos, culturales y sociales.

Los hallazgos de estos estudios serán complementos indispensables de las propuestas tradicionales para crear hábitos activos, incluso podrían rediseñar la forma de abordar el problema. En efecto, en la actualidad es insuficiente proponer programas deportivos, involucrar niveles, sectores y figuras convocantes que ejemplifiquen sobre la actividad física y el deporte. Hay mucho por investigar.

Sin atender la economía del deporte y del cuidado, será más difícil pensar en acciones para promover el bienestar integral, personal y la integración social. La propuesta es hacer un challenge investigativo para fomentar nuevos, mejores y numerosos challenges deportivos.

Andrés Gómez León
Docente de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas
Universidad Ean

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