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A mí, el Ratón Pérez me dejó muchas monedas cuando pequeño, pero nunca lo vi y no sé si existe. Lo que, si se es que la forma como producimos y consumimos, y en particular, el uso amplio de combustibles fósiles como principal fuente de la energía para la humanidad, usada directamente o a través de los diferentes sectores productivos, ha generado en los últimos 200 años un incremento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Ahora bien, ese incremento de gases de efecto invernadero – GEI y sus consecuencias, más de 110 millones de toneladas de GEI cada día, afectan a los sistemas naturales de una forma más amplia que la que ellos pueden resistir, y a una velocidad superior a su capacidad de adaptación. Y si bien la situación es de índole planetaria, el problema no es para la tierra, es para los seres vivos que estamos en dicho planeta (humanos, mamíferos, reptiles, insectos, el Ratón Pérez, en fin, todos los seres vivos). Por esto es claro que la crisis climática no es un llamado a la acción para “salvar el planeta”, realmente es un llamado a salvar la viabilidad de nuestra especie y de la de las demás en este planeta: para este siglo, corremos el riesgo de perder el 50% de todas las especies terrestres existentes hoy día.

De esta forma, los gobiernos han venido trabajando, de la mano del sector privado, en establecer agendas conjuntas y multilaterales, como la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ODS 13, acción por el clima, exige medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus repercusiones. Y esa acción climática se desarrolla a diferentes niveles: midiendo la huella de carbono de las actividades/productos, identificando medidas de mitigación de emisión de gases de efecto invernadero, compensando la huella no mitigable; son múltiples las opciones que se tienen y la idea es que cada persona, empresa o institución trace su “hoja de ruta” que le permita iniciar acciones en el marco de la corresponsabilidad local y global.

Unido a lo anterior, el tema de carbono neutro, o carbononeutralidad, es cada vez es más común escucharlo: un producto neutral en carbono, un evento con huella de carbono cero, o una empresa o institución carbono neutral. Pero más importante que se diga eso, es saber que hay detrás con el fin de evitar que termine siendo una verdad a medias o “greenwashing”: se requiere de más empresas o instituciones serias, que se preocupen por su impacto negativo al entorno, midan, hagan planes de mejora, implementen medidas, compensen lo que no pueden reducir y sigan una ruta de mejoramiento continuo. Así es la verdadera carbono neutralidad.

La relevancia del tema no es solo ambiental, sino social e incluso económica y financiera; es necesario decir que solo entre 2018-2019 las pérdidas económicas mundiales por el clima extremo sumaron en total 653 mil millones de dólares, sin contar con los efectos de los desplazamientos sociales y productivos y las pérdidas de infraestructura globales. Para un país como Colombia, el efecto esperado por el cambio climático frente a un escenario de no hacer nada, causaría una pérdida promedio anual del PIB de 0,5% durante el 2011-2100, algo así como 3,8 billones de pesos al año según el Departamento Nacional de Planeación. Entonces, si bien podría parecer que tomar acción frente al cambio climático es una inversión no recuperable o un gasto, es claro que para una empresa no generar medidas de mitigación, compensación y adaptación es el peor negocio para los próximos años, representado en pérdida de capacidad productiva, fiabilidad y competitividad. Y como de cada problema surge una oportunidad, la Comisión global sobre economía y clima estima que actuar frente al cambio climático puede generar ganancias de hasta US$26 mil millones para el año 2030, a la par que múltiples posibilidades de generar empleos verdes, una nueva transición energética que abre posibilidades a nuevos productos y servicios, y diferentes cadenas de valor descarbonizadas: el verdadero desarrollo sostenible.

No sé si en unos años, cuando me toque usar la caja de dientes, el ratón Perez vuelva a dejarme dinero. Pero lo que sí se, con seguridad, es que, en el tema de la crisis climática, es hora de subir a la tarima como actores principales y no quedarnos como público. Y esa certeza la tengo porque todos dependemos de ello y si no lo hacemos, en este planeta no estaré yo, ni usted, ni el Ratón Pérez.

 

Escrito por: José Alejandro Martínez, docente e investigador de la Universidad Ean

Universidad Ean

 

 

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