Actualmente las organizaciones han priorizado y limitado su tránsito hacia la sostenibilidad a través del cálculo y gestión de la huella de carbono. En el marco de la crisis climática que nos obliga a adaptarnos, mitigar e innovar en la operación y dinámicas de las empresas, junto con las metas nacionales e internacionales trazadas para evitar un desastre climático, hace sentido que esta sea la apuesta preferente.
Sin embargo, es importante recordar que la generación de emisiones no es el único impacto que realizamos y que desarrollar acciones aisladas nos impide apalancar procesos más ambiciosos en términos climáticos. La huella ecológica de las organizaciones tiene múltiples aspectos y en este texto quisiéramos ahondar en la huella hídrica como un elemento a considerar en el proceso de tránsito a la sostenibilidad, con el objetivo de ampliar la visión sobre los caminos existentes para desarrollar mejores prácticas y dejar de homogeneizar posibilidades.
Según la última actualización en 2022 de los límites planetarios, que establecen desde el 2009 las nueve fronteras ambientales que permiten un espacio operativo seguro para la humanidad, se concluyen que hemos traspasado el límite de agua dulce. Si bien nuestro planeta está compuesto mayoritariamente por agua, un recurso limitado pero esencial para la vida en todas sus formas, únicamente una pequeña fracción, corresponde a agua dulce apta para el consumo humano. Con el rápido crecimiento de la población, el aumento de la demanda en sectores económicos, entre otros, se ha ejercido mayor presión sobre este recurso, generando desafíos para asegurar su disponibilidad para las generaciones presentes y futuras.
La gestión de la huella hídrica está directamente relacionada con la mitigación y adaptación del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el uso de la tierra y el ciclo de nutrientes (otros límites planetarios) de manera que, presenta otro espacio de innovación más allá o complementario a la carbono neutralidad, para transitar hacía escenarios de sostenibilidad integral, que consideren procesos de gobernanza y gestión.
Por lo tanto, reconocer los distintos tipos de agua utilizados en los procesos productivos y del consumo humano, incluyendo el agua verde, procedente de la lluvia que es almacenada en el suelo y la vegetación, el agua azul, proveniente de fuentes superficiales y subterráneas, y el agua gris, contaminada por procesos industriales y domésticos, permiten adoptar medidas adecuadas para la gestión y conservación del recurso hídrico.
Existen diversas estrategias para disminuir la huella hídrica y promover un uso más sostenible. En primer lugar, se pueden implementar prácticas de conservación, a través de la instalación de sistemas de captación y reutilización de agua lluvia, la mejora de la eficiencia en el riego agrícola, y la adopción de tecnologías más eficientes en el uso del agua. De igual forma, es fundamental fomentar la conciencia y la educación sobre el consumo óptimo del recurso y prácticas innovadoras para su conservación.
Asimismo, la protección y restauración de los ecosistemas acuáticos, como ríos, lagos y humedales, la prevención de la erosión del suelo, la gestión del agua en humedales, contribuyen a mantener un ciclo hidrológico saludable y equilibrado. Estas estrategias combinadas son un mecanismo para disminuir la huella hídrica, garantizando una adecuada gestión sostenible de este recurso vital.
Las acciones encaminadas a mitigar el cambio climático no deben abordarse desde una perspectiva aislada y limitada, necesitamos abrirnos a lecturas y apuestas complejas, que reconozcan la interconexión entre los distintos límites planetarios y los factores que contribuyen el traspaso hacia espacios no seguros. La gestión de la huella hídrica es un ejemplo de cómo considerar la interrelación entre el agua, el clima, la biodiversidad y la actividad humana, es clave para el tránsito hacia la sostenibilidad, que solo a través de una comprensión y acción conjunta permite frenar los desafíos actuales y asegurar un futuro resiliente y equilibrado para las generaciones venideras.
Escrito por: Julián David Antorveza, profesional en Gestión Ambiental y María Cristina Rodríguez Villera, coordinadora Ean Sostenibilidad
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