La salida de Uber de Colombia pondrá al descubierto uno de los divorcios más sonados del año, el que se da entre la globalización, las formas tradicionales de proveer el servicio de taxis y la regulación desde el sector público.
¡Es evidente! Nos negamos a hacer la transición del mundo analógico al digital, o al menos la despedida de Uber, triste para muchos, deja ver lo complejo que puede llegar a resultar este proceso.
Mientras tanto, vemos cómo los medios y las redes sociales se ven atiborrados de múltiples debates al respecto. ¡Que sí!, ¡que no!, ¡que se vayan!, ¡que vuelvan! Hay de todo.
Los argumentos van desde las bondades de las nuevas tecnologías, pasan por los derechos laborales de los conductores, la calidad del servicio y la supuesta mafia de los taxis, y llegan hasta uno de gran peso: si pagué 130 millones de pesos por un cupo de taxi que hoy vale menos de la mitad, por efecto de las nuevas plataformas, claramente me he perjudicado y me opondré a cualquier solución que no contemple alguna compensación. No olvidemos que cuando se toca el bolsillo del colombiano, se toca la fibra más profunda.
Está claro que no hay espacio para abordar el análisis de cada uno de esos argumentos, pero está aún más claro que el problema es multidimensional y por lo tanto complejo. Lo único cierto es que no habrá soluciones fáciles y cualquiera de ellas no dejará totalmente satisfecha a las partes: conductores que usan plataformas tecnológicas, conductores y dueños de taxis, apps, autoridades y nosotros los usuarios.
Pero, ¿cómo sería un futuro sin estos dilemas? En un mundo ideal, todos los choferes de vehículos de servicio público deberían tener cobertura de seguridad social; debería haber libertad para que cualquier persona que cumpla con condiciones mínimas pudiera ser conductor en cualquier modalidad; los dueños de cupos de taxis deberían ser compensados (al menos parcialmente, esto es objeto de debate) por la inversión que hicieron y que hoy está devaluada por causa de un cambio tecnológico exógeno, la calidad del servicio debería ser la misma en cualquier plataforma, se debería contar con unas tarifas que puedan reflejar los cambios de demanda a lo largo de la jornada, pero sin atentar contra el bolsillo de los usuarios dado que es un servicio público. Complicado. Todo muy complicado y utópico.
Así las cosas, y con ánimos de sumarme al debate tan de moda por estos días, me permito brindar algunas pistas para implementar soluciones que incorporen estos elementos:
1. Seguridad
Debe crearse un registro único y obligatorio de conductores profesionales, que cumplan requisitos mínimos. Si quiero poner a trabajar mi carro, debo tener un permiso y un vehículo que cumpla con las condiciones así como cumplir con controles periódicos.
2. Formalización
Cada chofer, al ser un pequeño empresario, se debe hacer responsable de sus aportes a seguridad social. La alternativa sería tener una relación laboral, pero esta parece no ajustarse a la realidad del nuevo mundo tecnológico y tampoco es la norma en el mercado de taxis tradicionales.
3. Competencia entre modalidades
Dejar que taxis y apps compitan libremente, en pie de igualdad. La apertura significa que como chofer no solamente será fácil comenzar a trabajar con una app, sino también que sea fácil salir y cambiarse a otra. Se ha acusado a Uber de complicar la salida para retener a sus “socios conductores”, clave para su negocio.
4. Compensación a “perdedores”
Se debe crear un fondo para compensar la pérdida que tuvieron quienes compraron un cupo antes del éxito de estas plataformas. Este fondo estaría financiado por un pequeño porcentaje que pagarían los usuarios. Nadie quiere pagar impuestos, pero el mecanismo es clave para asegurar la participación de los dueños de los cupos en la transformación del sector, y evitar así bloqueos a las negociaciones.
Como ven, el problema es complejo y las soluciones no son sencillas. Es más, las soluciones tal vez sirvan hoy, pero mañana no. Por ejemplo, ya se sabe que estas plataformas colaborativas tienden a convertirse en monopolios u oligopolios, llevando los mercados a equilibrios en los cuales «el ganador se lleva todo». Parafraseando a dos de mis bandas favoritas: el futuro llegó, hace rato. Sin embargo, la disrupción tecnológica ha sido tal que ese no es el futuro que esperábamos en el pasado y, por lo pronto, para muchos y al menos por ahora, Uber es un amor que no fue.
Enrique Gilles
Profesor Titular del Programa de Economía
Universidad EAN
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