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Por Daniel Restrepo, Investigador del equipo de RADDAR CKG.

La selección femenina de Fútbol de los Estados Unidos es la más reciente campeona del mundo, el onceno gringo fue recibido en la ciudad de Nueva York con bombos y platillos dejándonos ver no sólo el poderío de unas grandes deportistas; sino también una afición creciente y comprometida, y más allá del género y de todos los discursos que pueda haber al respecto.

El mundial femenino de fútbol 2019 se convirtió en un hecho histórico para esta disciplina. Después de 7 torneos realzados históricamente, este mundial celebrado en Francia se ha convertido en el mejor de la historia.

Ahora, La razón del gran éxito que tuvo este mundial se refleja en grandes avances, que vemos cuantificados de manera significativa; observamos una alta asistencia en los escenarios deportivos donde se realizaban los partidos, reportando la venta de 1’053’096 boletas durante todo el certamen, logrando una ocupación promedio en las tribunas del 74,54%, a esto sumado que se registraron más de 1,000 millones de espectadores alrededor del mundo en las distintas plataformas durante todo el mundial, registrándose un récord de 58 millones de espectadores observando un solo partido (Brasil – Francia).

Este reescribirse de la historia del fútbol femenino, redundo en la revisión de un sin número de cosas buscando consolidar mejor la audiencias y capitalizar lo ganado; entre otras cosas, la FIFA está proponiendo La creación de un mundial de clubes, la génesis de una liga mundial femenina; la ampliación del mundial 24 a 32 seleccionados nacionales, incrementar al doble el premio monetario de la copa mundo; y duplicar esfuerzos en  la inversión dedicada al futbol femenino.

Cómo todos los fenómenos de la historia hay ecos y hechos; dentro de los ecos, analizando el entorno local, y después de estar a punto de suprimir la liga femenina en Colombia, ésta está tomando impulso, no sin antes aplaudir a rabiar por la victoria que la selección colombiana de futbol alcanzo haciéndose al oro en los juegos panamericanos.

Con este panorama a la Dimayor no le quedó más camino que exigir a sus miembros tener su “once” de competencia femenina, y participar en el torneo que abarcará todo este semestre, realizando los encuentros los fines de semana como exigían las jugadoras y como al final se lo merecen; y dándole a su fútbol “calidoso” el espacio para construir la audiencia que sabemos que tiene y que puede llegar a tener.

Estamos entonces frente avances y logros, donde se espera explorar y explotar un espacio de consumo de entretenimiento que todo parecería indicar que puede seducir una mayor inversión de diferentes organizaciones y de los mismos equipos, con el fin de garantizar un mejor espectáculo en este deporte y poder lograr reducir la brecha entre hombres y mujeres no sólo en las canchas sino también en los bolsillos.

 

 

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