
Obras sin autor (humano): el vacío legal que trae la inteligencia artificial
Las IAs están produciendo canciones, libros e ilustraciones, pero en Colombia y otros países, las obras sin aporte humano no pueden ser registradas como originales.
Una canción pegajosa, una novela con giros imposibles, una foto digital que parece sacada de un museo. Todo impecable, todo hecho por… ¿una máquina? ¿Cómo así? En la era de las inteligencias artificiales generativas y de los agentes inteligentes, la cosa no es si las máquinas pueden crear, sino quién tiene derechos sobre lo creado.
Y en Colombia, esa pregunta está sacando chispas en los bufetes de abogados, programadores de sistemas y —por supuesto— a los artistas digitales.
La vaina viene a colación, ya que —según la ley colombiana— solo los humanos pueden ser autores. Punto. Ni DeepSeek, ni ChatGPT, ni ningún otro algoritmo vestido de artista puede figurar como autor de una obra. Hasta ahí, todo ok.
Peeero… el problema es que ya hay cientos de piezas circulando —entre canciones, ilustraciones, libros y más obras— donde la IA no fue solo una ayudita más, sino la que puso todo el contenido sobre la mesa.
Es cuando aparece el primer cortocircuito legal: ¿qué pasa cuando la intervención humana es mínima?
Si apenas se ajustó un prompt o se hizo una edición cosmética, así por encimita. Entonces ¿cuánto de ‘creativo’ queda realmente del lado del usuario?
ORIGINALIDAD SIGNIFICATIVA
En 2023 y 2024, la Dirección Nacional de Derecho de Autor (DNDA) rechazó varios registros de obras por este motivo. ‘Originalidad sin humanidad’, al parecer, no cuenta.
En una entrevista que gentilmente me concedió el decano de Derecho de Areandina, Carlos Andrés García, “estas creaciones, que son desarrolladas de manera exclusiva por la inteligencia artificial, donde no media la intervención humana o donde no media intervención humana significativa, no resultarían ser susceptibles de protección por derechos de autor”.
Para el decano, este entrenamiento se basa en una cantidad de datos enormes que incluyen desde obras musicales hasta artísticas y literarias, que le permiten a la inteligencia artificial producir o reproducir contenido que imita esas técnicas, esos estilos de nosotros, los humanos. Vea pues…
“No obstante”, dice García, “es muy importante destacar que —aunque la inteligencia artificial tiene la facultad de replicar estos patrones creativos— carece de nuestras emociones, conciencia y experiencia humana, que justamente le da todo el sustento a lo que es la creatividad humana genuina”.
EL ASUNTO DEL ‘ALMA’
Y no es un fenómeno meramente criollo. En EE.UU., la novela gráfica Zarya of the Dawn, creada con IA, fue rechazada por la oficina de derechos de autor. En Reino Unido, otro tanto. Y así con otras entidades encargadas de copywright en varios países.
Las oficinas de derechos de autor están trazando una línea clara: si no hay ‘alma’ humana, un corazón de carne detrás, no hay derechos que valgan.
Pasemos a plata blanca. Una obra sin protección legal es como un carro sin placas: cualquiera puede usarla. Si una casa disquera lanza un hit creado por IA, otra puede replicarlo sin pagar un peso.
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EXCLUSIVIDAD Y VALOR COMERCIAL
“Sin exclusividad, el valor comercial se derrumba”, García. “La falta de protección hace que cualquier persona pueda reproducir, modificar o distribuir esa obra sin autorización alguna”.
Es que —anota García— “una empresa que lance música generada sin intervención humana significativa se expone a que sus composiciones puedan ser usadas por otros sin restricción alguna, reduciendo su ventaja competitiva”.
Y ni hablar de los riesgos legales. Algunos han intentado registrar obras como si fueran 100% propias cuando en realidad solo editaron algún contenido utilizando IA. Craso error.
En Colombia, esto podría considerarse falsedad en documento y hasta fraude y —replica García— “esto puede afectar de manera enorme su reputación, su credibilidad profesional o la de la empresa que representa”.
Todo por no aclarar quién hizo realmente qué. Lo irónico: el mismo software que te ayuda a crear puede terminar siendo el que arruine tu reputación si no lo usas con cuidado. En esas andamos…
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APORTE HUMANO
¿Y entonces? ¿Qué se puede hacer para no patinar con la ley? La clave está en justificar el aporte humano. Cambiar, reinterpretar, corregir. Que la IA sea un pincel, pero no la mano.
En resumen: Tener pruebas del proceso creativo, guardar los bocetos iniciales, las instrucciones, incluso las correcciones, con todo y tachones. Y sobre todo, dice García: “no mentirle a la Dirección Nacional del Derecho de Autor”.
“Si no tenemos registros claros de esa intervención humana significativa, resultaría muy complejo probar esa originalidad y esa creatividad necesarias para que se dé la protección legal”, advierte el directivo de Areandina.
Lo que hay detrás de esta historia no es solo un tecnicismo legal. Es un cambio profundo en cómo entendemos el acto de crear. Un punto ciego donde la innovación y el derecho aún no se ponen de acuerdo. Mientras tanto, los autores, compositores, ilustradores y otros tantos creativos digitales caminan sobre una cuerda floja.
Ese podría ser el verdadero arte del futuro próximo: no solo tener talento, sino demostrarlo.
“Si no tenemos registros claros de esa intervención humana significativa, resultaría muy complejo probar esa originalidad y esa creatividad necesarias para que se dé la protección legal”, finaliza Carlos Andrés García. “No es solo arte lo que está en juego: es el sistema que lo protege”.
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