¡Otra vez la Navidad! Otra vez los buenos deseos de paz y amor. Otra vez, nos convoca la familia. Y, otra vez, resuenan los llamados a la reconciliación.
Pero, otra vez, los corazones cerrados y secos, como uva pasa, se niegan a aceptar la Verdad que da razón de nuestro ser humano y sobre natural. Esa Verdad que, en la pedagogía maravillosa de El Padre, se encarna, para manifestarse con nuestra propia carne y se humilla para rebajarse a nuestra condición, de manera que podamos abrir nuestras entendederas y con su ejemplo podamos comprender.
Pero, otra vez, cerramos los ojos y damos la espalda a la realidad, negando y negándonos al Amor que nos pueda salvar y, con ello, salvar a los demás. Otra vez, se repite, en todo el mundo y en cada familia, el pecado de Caín con Abel.
Mientras Dios se rebaja, los hombres, nos agrandamos y, obsesionados por un orgullo infundado, nos creemos las posiciones temporales que ocupamos y nos olvidamos que nacimos sin nada y regresaremos, a donde salimos, en la misma condición.
Otra vez, debemos pensar la razón de ser de nuestra familia. Otra vez debemos reconocer, en el otro, un amigo. Ese amigo que, por ser libre y responsable del buen manejo de su libertad, tiene derecho a pensar diferente, para nuestro bien, por que así crecemos como personas.
Gracias a esas diferencias, podemos progresar y aprendemos que es la forma más maravillosa como nuestra especie se desarrolla y crece para bien de todos como sociedad.
Pidamos a Dios Padre para que ilumine nuestra alma y nos dé la sensibilidad apropiada para aproximarnos, sincera y solidariamente, al pobre y necesitado; aquel que no ha tenido la fortuna con la que hemos sido acompañados, pero que es nuestro hermano y requiere de un poco de compañía en un camino que le ha sido difícil y, a veces, hostil, porque no ha contado con las mismas oportunidades que, en esta vida, nos han acompañado.
Dios bendiga todos nuestro hogares y nos dé la paz que nos ha sido tan esquiva. Pidamos a Dios para que nos dé un corazón -más que grande-, noble, que nos permita perdonar y reconciliarnos, como nos enseña ese Dios que se ha hecho hombre en el portal de Belén, para iniciar una pedagogía del amor que nos dará la salvación, objetivo final de nuestra existencia.
Por una Navidad llena de amor y paz en todos los hogares y las comunidades de Colombia y el mundo.
¡Dios los guarde!
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