SALARIO E INFLACIÓN: RESPONSABILIDAD ÉTICA NO CUMPLIDA
El aumento porcentual, generalizado, del salario, es una de las formas de inequidad más aberrantes: promueve la desigualdad social, castiga al pobre y beneficia al rico. Desconoce las realidades de cada segmento de la población y premia, por igual, a buenos y malos trabajadores. Se ha constituido en una forma de enriquecer a quienes dirigen la empresas, mientras empobrece a la mayoría de la población. Aquella que gana los más bajos salarios.
Si una empresa aumenta a sus empleados un 3.1%, con el fin de mantener su poder adquisitivo, porque la inflación es esa, el salario de la totalidad de los trabajadores se ve beneficiado en tal porcentaje, pero, el que menos gana –el de salario mínimo–, solamente recibe de aumento cerca $24 mil pesos mensuales, mientras el gerente de la empresa recibe de aumento, en promedio, $1.2 millones de pesos – si es que gana $40 millones mensuales–.
Tamaña diferencia, hace que, con el mismo aumento porcentual, el trabajador de salario mínimo, no alcance a compensar, con su aumento, el costo del transporte.
Ese trabajador, no tiene cómo completar la canasta familiar, que vale mucho más de lo que gana y, por ello, el sistema lo condena, cada día, a ser más pobre.
Mientras tanto, el que más gana, cada vez se hace más rico.
Al primero, no le alcanza para comer, pagar su salud y tener un techo digno. Al segundo, por tener satisfechas todas sus necesidades básicas, ahora, puede invertir más y ahorrar más.
Es hora de que, en aras de reducir las abrumadoras diferencias de ingreso, se planteen fórmulas orientadas a hacer justicia en este sistema desgarradoramente injusto en la aplicación de los aumentos salariales.
Si los aumentos del costo total de las nóminas de las empresas no pueden ser muy superiores a la tasa de inflación, por los efectos graves que esta circunstancia genera en la macroeconomía, las empresas sí pueden lograr aumentos, incluso por debajo de la inflación, en el total de la nómina, si los aumentos se aplican con tasas porcentuales diferenciales que mejoren, de manera significativa –muy por encima de la inflación–, los ingresos de su población más vulnerable, sin aumentar, a las mismas tasas, los ingresos de los más altos ejecutivos.
El efecto que muestra la distribución de Paretto en las nóminas de las empresas, evidencia, de manera generalizada, una realidad dramática de iniquidad: el 80% del valor de la nómina la acaparan el 20% de los empleados y, estos empleados, son los que hacen cabeza de la organización. Si a este 20% se le incrementa, por lo menos, un punto por debajo de la inflación, en beneficio de los que menos ganan, seguramente, a estos últimos, se les podría aumentar hasta dos puntos por encima de la inflación, iniciando un proceso de reversión de la desigualdad social que clama a Dios por tanta injusticia.
Pero. ¿Por qué esto no se hace?
Simplemente, porque las juntas directivas de las organizaciones son presas de la ambición de sus gerentes y les da temor perderlos porque otra organización se lo puede llevar pues allá podrán ganar mucho más.
Pues bien; ha llegado la hora de cambiar esta realidad que rompe todos los esquemas de los principios éticos y de responsabilidad social básicos.
No puede ser que las juntas directivas se sientan presas de gerentes que no tienen el espíritu de solidaridad suficiente para resolver estas desigualdades. Es por ello que, decisiones tardías de las juntas a frenar la ambición de sus gerentes, se pagan con decisiones por sostenerlos que les anima su ego, ajeno al espíritu de solidaridad y servicio que es necesario para dar sostenimiento de largo plazo a las organizaciones; lo que los lleva, por esa misma ambición, a sobrepasar los límites de seguridad que fijan la ética y la economía de la organización y la sociedad.
No puede ser que se continúe promoviendo el nombramiento de gerentes mercenarios que, a la voz de una mejor oferta económica, se marchan, olvidando los compromisos de largo plazo adquiridos con las empresas para las que trabajan.
El mercado laboral de directivos no es tan escaso como para sostener esta aberración. Son muchos los ejecutivos excelentes, de bajo perfil, dedicados y respetados por los sectores económicos, sociales y profesionales en los que se desempeñan, que están dispuestos a adquirir compromisos de largo plazo y que responden al perfil ético empresarial que asegura disposición para servir y desarrollar los mercados y sus empresas, sin romper las reglas de la ética y la convivencia social y empresarial, sin dejar de lado la responsabilidad que tienen con los accionistas y los mercados, para dar crecimiento armónico a los negocios con el cumplimiento de los compromisos adquiridos con todos sus grupos de interés, incluido, obviamente, el Estado.
Es aún tiempo de empezar a trabajar en este sentido y los primeros responsables de implementar esta nueva visión de compensación a los empleados del mundo empresarial son los accionistas y los miembros de las juntas directivas que los representan.
Epístola de Santiago 5:1-6
Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos.
Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza.
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