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La crisis en la frontera nos ha permitido, a todos, conocer una realidad de la que pocos éramos conscientes y que evidencia una falta total de presencia del Estado colombiano, que no es de ahora, sino que viene de mucho tiempo atrás. 

(https://books.google.com.co/booksid=goVsAAAAMAAJ&q=Frontera+colombo+vene…)


Es evidente que las acciones del sátrapa venezolano, van en contra del respeto de los más mínimos derechos humanos, que deben tener la reprobación del mundo entero y el respaldo solidario a Colombia de todas las naciones. Pero, la realidad será otra. Los valores de ayer, han desaparecido y, bajo el argumento de prudencia, se esconden los más oscuros intereses. Por eso, es iluso pensar que aquellos movimientos solidarios que otrora a otros movilizaban, vayan a hacerlo en estas circunstancias

En la medida en que los países no tengan interés estratégico, de cualquier tipo, para las grandes potencias; la diplomacia internacional de hoy, los abandona a su propia suerte. De manera que, la solución de sus conflictos, deban se resueltos de acuerdo a sus propias estrategias. Con inteligencia y prudencia verdadera, sin que ella implique falta de carácter 

(http://www.amazon.com/Poder-del-Caracter-Liderazgo-Principios/dp/1603749705),  pues esto da mensajes de debilidad equivocados que solamente ayudan a: agudizar los conflictos, confundir a las comunidades afectadas y a una pasividad e indiferencia de todos los nacionales que a nadie conviene; en la medida en que se empieza a perder el sentido patrio y de nacionalidad, tan vital para la cohesión de los pueblos.

Esto exige acciones diplomáticas directas, dentro de las que son válidas la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales que no han servido sino para fortalecer un régimen que ha promovido una nueva oligarquía corrupta sostenida por las prebendas económicas que un gobierno,  empobrecido y agotado de medios económicos, reparte entre generales corruptos y lacayos.


Por otra parte. Debemos ser conscientes de la responsabilidad de todos los colombianos que, de mucho tiempo atrás, hemos aceptado una cultura de fronteras que ha involucrado, a su modo de vida, el contrabando de cualquier tipo, de manera tal que, toda la nación, se ha adaptado a esta situación anómala, depredadora y decadente.

El Estado colombiano, de muchos años atrás, ha sido condescendiente con esta situación. No ha creado medios de abastecimiento ni controlado adecuadamente el ingreso y egreso de mercancías que, de forma ilegal, se mueve por muchos de esos caminos ilegales, por los que ahora regresan, de forma miserable, nuestros connacionales expulsados salvajemente por el régimen del sátrapa venezolano.

Estos colombianos, procedentes de Venezuela, viven como viven los que se encuentran en nuestro territorio; del mercado ilegal de mercancías de cualquier tipo: gasolina manufacturas, alimentos y narcotráfico. No importa lo que sea.

Este Estado colombiano y los connacionales que ahora nos rasgamos las vestiduras y miramos exclusivamente hacia el lado del tirano venezolano, nos negamos a reconocer nuestras propias responsabilidades que han debido empezar por mantener condiciones dignas de vida para los habitantes de fronteras, con medios económicos suficientes, para fortalecer los principios que sostienen una ciudadanía de bien, con valores y principios claros. Única manera de crear sociedades sostenibles en el largo plazo.

Es hora de corregir los errores e iniciar una estrategia de recuperación real de nuestras fronteras, donde la creación de la infraestructura adecuada vaya acompañada de medios de salud y educación que cambie, de una vez por todas, la manera de ser y de pensar de los habitantes de las fronteras, que se acostumbraron, a través de la historia, a vivir en la ilegalidad disfrazada de legalidad por la indiferencia del Estado y los ciudadanos colombianos.

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