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Las organizaciones empresariales, nacidas de la intención económica de los emprendedores para asegurar su futuro y poder tener la oportunidad de servir a los que lo acompañan en esta aventura y a la sociedad en la que interactúan, se ven amenazadas por entidades que hacen presencia en los mercados sin compartir estos principios fundamentales, debido al comportamiento mafioso de sus propietarios.

Lamentablemente, existen en todos los países y en el nuestro en particular, organizaciones con características distintas a lo que entendemos como una empresa.

Estas entidades perversas están arraigadas socialmente como producto de un rezago cultural que pareciera insuperable. Una cultura mafiosa nacida del narcotráfico según la cual el tener, para muchos, vale más que el ser. La inversión de los valores ha sido tal que los individuos que las conforman viven rodeados de aduladores que extienden una cadena de intereses económicos que terminan por envolver a buena parte de la sociedad en este círculo vicioso que a todos asfixia.

Este propósito individualista y egoísta, lleva a acumular ambiciones desbocadas de muchos sujetos que, por su falta de formación cívica y del reconocimiento de los principios naturales que deberían regir la especie humana, se dedican a acumular capital, sin importar los medios, las formas ni el sentido social que, necesariamente, debe tener quien conforma empresa

Estas empresas perversas, están lideradas por personas sin escrúpulos que acumulan capital de manera ilícita: se apropian del patrimonio de sus familias hasta dejarlas en la calle; se relacionan con traficantes de toda calaña para ayudarles a lavar sus activos y lucrarse de ellos; buscan intermediar con funcionarios corruptos del Estado con el fin lograr contrataciones inmorales y/o acceder a bienes confiscados al narcotráfico por medio de influencias venales, a precios ridículos y, por último, también estafan a sus amigos, de los que aprovechan su confianza para embaucarlos con negocios montados con tal proposito, sin la menor verguenza.

Mientras nuestra sociedad no sancione con el aislamiento social a estos personajes, nunca podrá avanzar en su propósito de paz total que tanto anhela. Pues, la justicia, enredada en las redes de tales bandidos, camuflados de gente de bien, tampoco parece ser capaz de parar esta cadena de corrupción social que nos invade por todos los rincones.

Hay que animar a los verdaderos empresarios para que sus negocios sean la mejor demostración de creatividad e innovación para beneficio de sus accionistas, los grupos de interés de los cuales dependen, como sus clientes, empleados, etc., de manera que su riqueza irradie bienestar y mayores oportunidades para toda la comunidad.

Esto no puede ser una utopía, como, seguramente, lo ven muchas personas que parecen haber perdido la esperanza en medio de tanta corrupción. Es la única salida, si queremos que nuestro hijos y nietos sobrevivan en medio de tanta barbaridad.

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