Aquellos que compraron presidencia a cambio de notarías, los mismos que se feriaron el dinero de los campesinos para pagar favores políticos, los que entregaron la salud a emporios de paramilitares, los que cambiaron la constitución en beneficio propio, los que se financiaron en sus campañas con los dineros de la misma fuente de la que ahora es su víctima. Esos depredadores, ahora, como aves de rapiña, caen sobre la presa herida y celebran su festín, animados por el líder de la manada que pretende saciar su sed de venganza con su estrategia del «todo vale y el fin justifica los medios».
No importa la estabilidad del país, ni la fragilidad de sus instituciones, ni un proceso de paz que ha logrado reducir la matanza a su mínima expresión.
Hay que desestabilizar y recuperar el estado de guerra perdido para saciar el ansía de violencia y sangre que, como en el circo romano, calma los apetitos desbordados de una clase emergente y arribista que se formó apropiándose de los bienes de los campesinos empobrecidos y lucrándose de sus aliados estratégicos que se robaron los dineros del Estado. El clan de los Nule y muchos más, que se compraron a los mandatarios de turno en: alcaldías, gobernaciones y gobierno nacional.
Ahora, Colombia está más cerca que nunca de perder lo que, en términos de alcanzar la paz, se había ganado.
La reducción de la violencia y la posibilidad de culminar los acuerdos con éxito, se ven truncadas por la encrucijada en la que se encuentra el presidente de la república; que, por su propia responsabilidad y falta de liderazgo, va a dar al traste con la estrategia más importante del país en buena parte de su historia. Todo ello, producto de la desconfianza y falta de apoyo que la misma realidad produce.
Esto ya se veía venir y, sobre ello, tuve la oportunidad de escribir, hace ya algunos meses en un artículo que denomine:
¡LA PAZ SIN LIDERAZGO ESTÁ CORRIENDO GRAVE RIEZGO!
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