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En “Sálvese quien pueda”  Andrés Openheimer nos relata cómo la tecnología cambiará los trabajos del futuro y cómo se comienzan a sentir los efectos en labores con relativa baja especialización, como la recepción de un hotel que ha sido reemplazada por robots en Japón, el cambio en los modelos de negocio bancario al sustituir los cajeros de sus oficinas por ATM´s que reciben y entregan dinero de forma eficiente o su desplazamiento por cajeros de los supermercados y casas de apuestas. Este Fenómeno de la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías no solo afecta a labores con baja especialización, sino a otros trabajos más especializados como el manejo de registros contables o la identificación de lunares con altas posibilidades de ser cancerígenos por medio de una foto, que hoy en día requieren de un médico especialista y exámenes biológicos.

Es claro que las revoluciones  industriales a lo largo de la historia han generado cambios en las formas de producción y han conllevado a la extinción de muchas labores y la creación de otras nuevas. Estas transformaciones que buscan aumentar la competitividad empresarial en muchas ocasiones ha estado ligada a una mayor flexibilización laboral, que hoy en día ya se vive y que es evidente en la aparición de contactos como los de prestación de servicios profesionales, obra o labor, temporales, ocasionales o la más reciente propuesta “por horas”.

Otro factor que influye en el caso colombiano es la alta informalidad del empleo que según el DANE entre diciembre de 2020 y febrero de 2021 se ubicó en el 49,2% en las 23 ciudades más importantes y áreas metropolitanas. Este elemento ya puede considerarse un problema para la seguridad social y que será más grande en el futuro si las previsiones de destrucción del trabajo por la tecnología se llegan a cumplir.

En este escenario la capacidad de un país para reducir las desigualdades y la pobreza, que se da, entre otras razones por la absorción de la fuerza de trabajo en empleos remunerados, se relaciona fuertemente con la estructura productiva de un país (Sachs, 2015) La capacidad productiva de los factores de producción determinará entonces qué tipo de empleos se generarán en el país en el futuro.

Como en toda revolución la sociedad se va adaptando paulatinamente a los cambios y en los dos últimos años, la capacidad de adaptación se aceleró gracias a la pandemia y al encierro, ya que las labores presenciales se imposibilitaron a obligaron a transitar hacia modelos de comercio virtuales.

Es allí en donde se pone a prueba la capacidad de absorción de la fuerza laboral y también la capacidad de adaptación de la sociedad. Como producto de ello entonces se observa una estampida de personas de distintos sexos que recurren a negocios  virtuales muy lucrativos como exponerse en redes sociales para adultos, hacer videos con alto contenido sexual, hacer tutoriales de como maquillarse, probarse ropa, preparar un cocktail, fabricar un arma casera o incluso desafiar las normas de convivencia o códigos de policía.  Lo cierto es que este tipo de contenido genera altos réditos que desincentivan a muchos jóvenes a estudiar y que ven en plataformas como Onlyfans, Youtube, Instagram, Facebook o Tiktok, una manera de ganarse la vida o el camino de ser millonarios en corto tiempo.

Lejos de tomar una postura únicamente moral al respecto, es importante ver cuáles son las ganancias que se tienen al estudiar una carrera profesional, técnica o tecnológica para la juventud en Colombia y del mundo sobre todo cuando tiende a convertirse en un lujo (22% de las personas entre 25 y 64 años en Colombia cuentan con un título universitario según la OECD a 2018). De otro lado es importante revisar la agenda productiva estatal y empresarial del desarrollo económico y social del futuro, ya que si se basa en este modelo de “economía naranja” como se viene formando, es posible que las enseñanzas morales que nos infundieron cuando éramos pequeños de la generación X,  tengamos que reevaluarlas, así como la concepción de nuestras aspiraciones. En consecuencia, sería bueno irnos acostumbrarnos a futuro a que nuestros hijos sean las nuevas estrellas del Youtube, Tiktok o del cine para adultos y que nuestras expectativas de un futuro mejor se den sobre la base de la creación de contenidos con pocos requerimientos académicos pero eso sí muy rentables.

Por: Jhon Álvaro Pérez Cruz, Profesor de la Universidad Santo Tomás y Universidad de La Salle.

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