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El mercado del arte es un campo poco investigado por la economía como disciplina, pero es prometedor y fascinante. La formación de precios de las obras de arte y los incentivos de los agentes para adquirirlas es un tema de investigación reciente, y no hablo de la simple valoración de obras. Me refiero a la existencia de un mercado de arte bien definido, un sistema donde existe la oferta, la demanda y un mecanismo de precios que asigna las obras al mejor postor. Indudablemente la mayor dificultad para analizar el mercado del arte es la heterogeneidad de los trabajos artísticos, la baja frecuencia de las transacciones comerciales y la dificultad de diferenciar entre el arte y la basura.

Existen muchas razones para demandar obras de arte, por ejemplo, la pasión por un artista (vivo o muerto), el orgullo de ser el propietario de piezas únicas, o simplemente la necesidad de enviar señales de poder adquiriendo obras. Pero recientemente el arte se ha vuelto un activo en el cual se puede invertir, y comparte con otros activos características similares: primero, el monto de las inversiones puede a llegar a ser alto; segundo, el riesgo puede ser también alto –pues nunca se sabe cuando un artista aparentemente prometedor llegará a ser icónico-; tercero, es un mercado sujeto a especulación y, en consecuencia, el riesgo de la generación de burbujas es un peligro real, e incluso hay quienes afirman que actualmente es un fenómeno apreciable en algunos lugares.

Un ejemplo de lo anterior parecen ser, entre otros, los artistas Gerhard Richter y Damien Hirst; el primero se ha convertido en el artista que mas obras vendió el año pasado, cuando sus obras vendieron en subastas 200 millones de US$; y no se sabe cuál es la razón del entusiasmo por la obras de Richter, muchos de los intermediarios de obras como las de Warhol y Picasso dudan de que el entusiasmo sea duradero y con ello el alza en los precios de sus obras (los cuales pueden incluso bajar). Por el lado de Hirst se duda incluso de que lo hace sea arte, la semana pasada en una subasta se vendió en 12 millones de US$ una obra que consiste en un tiburón descomponiéndose dentro de una caja de cristal. Una transacción que parecía más un chiste flojo que un negocio.

Muchos nos preguntamos entonces si las casas de subastas y críticos renombrados no están deliberadamente impulsando “artistas”, magnificando sus obras e inflando artificialmente el precio de miles de obras sin ningún valor, constituyéndose en lo que los economistas llamamos fina especulación, no muy diferente de la estafa.

@jhbarrientos

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