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Una tarde al llegar a  casa recibí emocionada los besos y abrazos de mi nieto, Jerónimo.  Me contó que estaba viendo una ‘película’ y le pregunte ¿cuál” me dijo: Snoopy. Me tomó de la mano y me llevó al estudio.  Me invitó a sentarme a su lado.  Luego dijo: se acabó. Se quedó callado mirando la pantalla y volvió a decir: «papá podrías por favor ponerla de nuevo la cinta».  

 

Tiene tres años. Cada día aprendo  de su personalidad de ‘oro’ con la que nació. Es sorprendente la conciencia con la que nacen los niños de ahora. Ellos no se tragan los cuentos de los adultos, lo perciben todo, son intuitivos y vienen a cumplir un rol fundamental para la evolución de la humanidad.

 

Es más, diría que para estar a su altura los padres tienen la obligación de prepararse, porque es una generación diferente que necesita adultos maduros y conscientes, que entiendan que la educación de los hijos es toda una maestría en donde se debe comenzar por respetar su individualidad, carácter, sueños, obviamente enseñándoles valores: solidaridad, amor, confianza, comprensión, honestidad, agradecimiento, el respeto por los demás… El asunto de la educación es más serio de lo que pensamos. Es verdad, que no se nace con un manual para educarlos  y que también cada padre ha hecho lo mejor que ha podido.  

 

Mi bello, nieto es un Coach, natural. No tiene que recordar su poder interior, ni esforzarse porque está conectado con su divinidad, enamora a todo aquel que lo conoce.  A su edad, por fortuna los niños no están contagiados de esas creencias limitantes que han opacado el brillo de los adultos y esclavizan a la humanidad al sufrimiento, el miedo, la culpa, la crítica, el odio, el resentimiento, la envidia, la pobreza, la escasez, la codicia, la amargura, la falta de solidaridad, la guerra, en fin…   

 

Dice las cosas como las siente, sin miedo al qué dirán.  Ni siquiera tiene idea, de lo que significa, el vivir pendiente de la opinión de los demás.  Tampoco le preocupa lo que piensen la gente de él, cuando hace ‘pataleta’. Es espontáneo. Su diálogo es profundo. Sale con cada apunte que cuando lo escucho, pienso: «Dios mío, qué hermoso es el milagro de la vida».

 

Su vocabulario es el de un anciano sabio, aunque aún no pronuncie con propiedad algunas palabras. Posee la ‘magia’ angelical de transmitir con su presencia una profunda paz y de hacer olvidar a cualquiera, los problemas  del diario vivir. 

  

Su risa es contagiosa y su ternura, me recuerda el deber que tengo conmigo misma de ahondar en el despertar de mi SER, con todas aquellas imperfecciones que pueda poseer, trabajando en el noble propósito de adquirir conciencia como ciudadana del universo e inspirarme en la oración de San Francisco de Asís. “señor hazme un instrumento de tu paz, etc…”.    

 

Así que después de esta breve descripción sobre mi nieto, seguiré hablando de ese instante en el que nos sentamos a ver la ‘pelitula’ (como pronuncia esta palabra)  muy acomodado en mi rezago.  Le pregunté y ¿quién es Snoopy?.  Respondió: la mascota de Charli Brown. ¡Carambas!

–pensé-  no me acordaba de esa tira cómica. Le conté que cuando niña, la leía en el periódico dominical.  -Me miró- y con un gesto me mando a guardar silencio, como diciéndome déjame ver la ‘película.  Ups.       

 

Mi angelical nieto (Coach como lo he bautizado, por todo lo que me enseña sobre la vida a cada instante) me –dijo-: “él es Charlie Brown y está enamorado de la niña nueva que llegó a la escuela. Pero tiene miedo y el pajarito amarillo se llama (Woodstock) es el mejor amigo de Snoopy”. -Ah sí- exclame, admirada de su dialéctica.       

 

En efecto ‘Charle Brown’ el personaje de la cinta, es un niño de seis años cuya grelim o  ‘vocecita interior’, le dice “que es un incapaz”.  Es un niño tímido, inseguro,  con un gran corazón, coherente con sus valores, valores que tal vez necesitamos ‘resignificar’ en esta sociedad en donde lo material y frívolo se ha erigido, olvidando, que todo lo que buscamos no está afuera, sino dentro de nosotros.

 

Aunque Charlie no es consciente de sus dones, talentos que afloran a los ojos de su mascota, Snoopy, que cumple en la escena fílmica el papel del Coach, lo anima a seguir adelante a pesar de que las cosas no le salgan bien.  Lo admirable, del pequeño niño que viste camiseta amarilla con rayas negras y pantalones oscuros, es que desea convertirse en un ‘ganador’, pese al ruido y autosaboteo de su vocecita o diálogo interno que lo enfrentan con sus fantasmas.   

 

Charlie habla todo el tiempo consigo mismo, el miedo lo lleva a suponer cosas que le impiden creer en su poder interior, aunque Snoopy lo impulsa a arriesgarse, en algunos momentos el temor hace de las suyas.

 

 En su afán por lograr sus sueños y conquistar a la alumna nueva de cabellos 'rojizos’  acude a Lucy, la prepotente y manipuladora pequeña que juega al papel de la psiquiatra.   Ella, le recomienda poner en práctica los secretos de un libro que habla sobre los pasos para alcanzar el éxito. 

 

El filme narra las aventuras de Snoopy que surca los cielos para enfrentarse a su enemigo el varón ‘rojo’ y por el otro lado, las de Charlie que con su aventura épica y heroica busca impresionar a la chica de sus ‘sueños’.

 

La honestidad, la coherencia, el coraje, la perseverancia, y el deseo de lograr su meta, son entre otros, poderosos valores que transmite y que nos  recuerda lo importante que es vivirlos y aplicarlos con conciencia y coherencia.    

 

El deseo de impresionar a la ‘peliroja’ por ejemplo, lo hace franquear sus creencias limitantes y temores. La vocecita del ‘no puedo’ se desvanece cuando elige leer y hacer el resumen de una de las obras cumbres de la literatura rusa: la guerra y la paz de León Toltóis (que narra las vicisitudes de numerosos personajes de todo tipo y condición a lo largo de 50 años de historia rusa) para apoyar con sus compromisos escolares a la niña del cabello rojizo. 

   

Quizás en cada personaje hay una identificación de los hábitos, egos y falsos valores que habitan en la sociedad o por el contrario los enarbolan. Todo depende del observador y su interpretación. 

 

Al final, las palabras de la pequeña ‘peliroja’ que lo pone nervioso cada vez que Charlie la mira contienen  una profunda reflexión, cuando por fin después de buscarla por todos lados, se encuentran cuando ella esta a punto de tomar le bús para ir de vacaciones. El pequeño le pregunta. ¿por qué me has elegido si soy un fracasado?.  Ella, responde: “porque posees todos los valores que admiro en un ser humano:  honestidad, solidaridad, coraje, perseverancia, amistad «.     

 

¡Vaya! mensaje.  ¿Cuántos seres humanos piensan que son unos fracasados? en algún instante porque no tienen las cosas materiales que desean o no creen en ellos,  o le han dado poder a las palabras u opiniones de otros, o tal vez  poseen el carro, la casa, la beca, la hacienda, los viajes, el cargo, los pergaminos, pero…en su interior los acompaña la desdicha y la falta de una verdadera autoestima.     

 

Tampoco existe conciencia del compromiso de buscar en nuestro interior, de auto descubrirnos, de conocernos a nosotros mismos.  En cada ser humano, habita la luz y la sombra, el poder interior, la divinidad.  Pero a veces,  solo vemos el lado oscuro de las cosas, lo negativo, lo superficial.  Es como si existiera una especie de afán agazapado por correr o ir de prisa, al estilo del  ‘hámster” sobre la rueda, que corre y corre sin saber a dónde va.     

 

Así, las cosas, Snoopy y mi nieto, ese pequeño que llegó a mi vida como un enviado del cielo  para recordarme el valor de vivir cada instante como si fuera el último (no me canso de agradecerle al todopoderoso por su presencia y por haberme bendecido con ser su abuela paterna) me volvieron a recordar una fabulosa lección: el fracaso no existe, solo es una oportunidad para aprender.   

 

En la sociedad existen adultos inconscientes que maltratan a los niños de diferentes formas: abuso sexual, violencia, prostitución, guerra, trabajo forzado, el tema es bastante complejo. Los niños son el futuro del planeta y los adultos tenemos el deber de cuidarlos, prodigarles amor, respetarlos, escucharlos, valorarlos, educarlos y trabajar para que vivan en un mundo en paz, donde se cultiven los cuatro amores: el amor a Dios, el amor por uno mismo, el amor por los demás y el amor por la naturaleza.  

 

      

La pregunta de la Coach: giovannafuentes@yahoo.com

¿Qué tienes tu para ofrecerle a la  sociedad, pues tal vez no seas consciente de que posees muchos talentos y dones para brindarle al mundo?

¿A qué te comprometes?

¿Qué haces por los demás?

¿Eres consciente del valor de honrar tu palabra?

¿Qué tanto crees en ti?

¿Te respetas?

¿Expresas lo que piensas o vives en la sociedad del lucir bien expectante del qué dirán? 

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