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Por Catalina Sánchez Caballero; Analista Junior & miembro del Observatorio de Moda RADDAR – Inexmoda

Las dos últimas semanas han sido casi casi una montaña rusa, pasando de una crisis y ansiedad extrema, a la felicidad más grande y el sentimiento más puro de gratificación. No solo por mis logros y trabajo, sino por todos lo que estuvieron alrededor para compartir. Pero más allá de eso en medio de la carrera y una cosa y otra; me pregunte que más allá del diseño y la pasarela donde había quedado mi consumidor y como iba a educarlo.

Esto no es un tema nuevo, pero continuando por mi línea de pensamiento también me detuve a cuestionarme acerca del tema, sentada frente al televisor viendo el MET gala que planteaba un discurso entre el arte y la moda. De allí pensé que era importante saber que era moda, encontré que la palabra hace referencia a algo que está en uso o boga en un momento específico de la historia, y que puede ser causado por fenómenos transversales como la política, la economía y la misma sociedad. De allí pensé que bajo mi contexto en el sector de vestuario, tenía todo el sentido pero que además incluía una serie de opiniones e influencias que permitían a cierta cosa volverse tendencias y ser moda.

El arte es, al igual que la moda, una representación de la cotidianidad de las personas, no en todas sus corrientes pero sin embargo se ve influenciado por los mismos aspectos socio-económicos y culturales a los cuales está sometido una moda o tendencia. Es por eso que para mí en ese discurso entre moda y arte, cabe destacar el papel del consumidor; porque finalmente es el, quien lleva la moda o causa la moda. Por más especialistas, bloggers e influencers, es el consumidor final el que le da alas y da por sentada una tendencia.

Es allí cuando nos damos cuenta que la percepción del arte y de la moda es validada según el consumidor que observemos y sobre todo sobre el entorno en que este se encuentre. De nada nos sirve analizar un mercado e intentar describirlo, cuando dentro del nicho escogido no todos los individuos se encuentren con un entorno medianamente parecido. Esto lo digo porque en un mismo barrio, de un mismo estrato puede usted darse cuenta que todos los vecinos, creen piensan y están educados distintos.

Es por eso que la educación al consumidor, no solo en vestuario sino en todas las categorías, es casi una obligación de los creadores, es transferir parte de su responsabilidad de marca a su comprador, que puede no ser su consumidor final pero que saldrá caminando de su tienda abanderado de una bolsa con su sello. Al final del día habrán muchos que conozcan la tendencia y no sepan de arte y muchos otros que amen el arte pero no sigan ninguna tendencia, es allí en ese pequeño vacío donde la identidad de su marca y su consumidor juegan un papel clave para su empresa.

Como creativa me doy cuenta que al final del día, creemos que convertir una pieza en arte es todo un reto y al verla terminada es darle parte de nuestra alma a esa prenda; es decir que cuenta una historia influenciada por mil situaciones sociales, políticas y culturales; pero lo que realmente la vuelve arte y moda es ese consumidor educado que entiende la historia detrás y que sabe cómo usarla, para no convertirla en algo más colgado del gancho del closet. Es decir que mi consumidor y comprador son quienes validan al final, más allá del experto, pinterest, instagram o youtube, que se pone, como se lo pone y cuando se lo pone; siendo este el mayor reflejo de la situación social política o cultural en el que este se encuentre. Es allí donde la moda para mí se convierte en arte, en algo más que una prenda y en una historia para contar.

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