La participación ciudadana ocupa muchas páginas de la actividad académica y también ocupa un lugar especial en los discursos de gobernantes y opositores. Existe mucha tinta y mucha labia al respecto pero en realidad la deliberación pública es apenas un referente que alimenta la ilusión de decisiones razonadas y razonables que sigue sin cumplirse.
Estos días previos a elecciones son el escenario que permite evaluar los avances en el propósito de alcanzar una ciudadanía informada y responsable frente a los destinos colectivos. Medios, academia y partidos, entre otros, llaman la atención sobre la necesidad de tomar la mejor decisión al momento de ejercer el derecho a votar. No obstante, a la luz de la avalancha informativa y publicitaria, es posible afirmar que las ideas en discusión se reducen a lugares comunes asociados a las reivindicaciones sociales caracterizadas por enunciados amplios pero sin propuesta concreta alguna.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que buena parte de la población colombiana (46% según la MESEP) está ocupada en alcanzar los medios para su subsistencia, lo cual de paso la convierte en caldo de cultivo para las prácticas aún comunes de compra de votos. Sumado a ello, otra proporción alta de la población (no pobre pero indiferente) sigue sumida en las preocupaciones individualistas que prestan más atención a la trama de las narconovelas y a los resultados del fútbol que a la revisión de las propuestas de los candidatos.
El congreso importa porque tiene en sus manos funciones y atribuciones de vital importancia para el funcionamiento del país en general, allí se toman decisiones que nos afectan a todos. La apatía por las elecciones del próximo domingo 14 de marzo solo le facilita la tarea a quienes tienen claro lo que pueden hacer en beneficio propio al obtener su curul.
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