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Algo está pasando en el Bajo Cauca. Diferente a los operativos policiales, por supuesto. La idea que está haciendo carrera es avanzar hacia una política pública minera con participación de los actores territoriales. Hace poco tuvo lugar una jornada de información – formación con participación de líderes sociales, políticos, mineros y universidades públicas y privadas, cuyo propósito central fue constituir un grupo de trabajo que de vida a esta iniciativa y por lo tanto que alimente y desarrolle el proceso.

 

El reto de transformación de realidades parte de entender que la problemática que caracteriza el territorio es intersectorial. Por eso, la movilización social está empeñada en darle fuerza y poder a una propuesta de política que comienza en la base y asciende hacia las instancias decisivas de tal manera que el Estado no solo demuestre su capacidad de movilizar carabineros y policías sino también su inversión social bajo criterios de intervención lejanos a la miope mermelada presidencial.

 

En el Bajo Cauca se puede hablar de la otra locomotora minera, una que se encuentra en marcha y que obedece a un nuevo concepto del tren social; bajo esta apuesta territorial, los vagones rezagados cobran la importancia que merecen como públicos de las intervenciones focalizadas y, en especial, los pasajeros se convierten en el núcleo de la visión amplia de desarrollo, una visión alterna en la que la dimensión económica de la actividad productiva se complementa con la riqueza local de las dinámicas endógenas y con el propósito irrestricto de conseguir avances sustantivos en el desarrollo humano de los habitantes del territorio.

 

Con esta movilización social que está teniendo lugar en la región, es posible pensar una nueva minería. En lugar de concebir la minería como cáncer -mediante el cual la cultura minera hace metástasis en las diferentes dimensiones del orden social-, existe evidencia para consolidar una minería como células madre -en donde los atributos y capacidades de la comunidad minera pueden desencadenar procesos de renovación del tejido social con vocación de incidencia en los escenarios de decisión-.

 

Además de ejemplo de suma de voluntades, que en el país existen por montones, lo que se requiere con urgencia es la participación comprometida de actores extralocales. En lugar de fijar la agenda nacional exclusivamente alrededor de las incapacidades de gobernantes capitalinos -gobierno nacional, distrital o de grandes ciudades-, el debate público tiene que abrir el menú hacia los temas que la periferia sigue reclamando con urgencia. En Bajo Cauca hay razones para la esperanza, para actuar, para acompañar y para blindar los procesos ante los embates de la insensatez.

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