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Un político colombiano, ahora en campaña, señala que la tarea del gobierno consiste en fijar prioridades y trazar el camino para alcanzar los objetivos; por ejemplo, la apuesta por la educación requiere decisiones en materia de recursos públicos y privados, dignidad de la profesión del educador y calidad de la infraestructura y de las condiciones en que se preparan los educandos. Esta coherencia entre grandes apuestas y decisiones concretas debe estar cimentada sobre la valoración de la contribución local al desarrollo.

 

La gestión exitosa de políticas públicas se suele caracterizar por el pragmatismo que permite traducir las intervenciones públicas en soluciones efectivas a las necesidades sociales. En el terreno local, el pragmatismo se evidencia en iniciativas de los gobernantes y otros actores territoriales que toman conciencia de la necesidad de atenuar, modificar o rechazar de tajo las decisiones tomadas en otras esferas. Así, las directrices provenientes de un nivel territorial superior son sometidas al filtro de la pertinencia local juzgada por la deliberación democrática, con el fin de imprimirle la dinámica propia que los protagonistas del entramado local consideren relevante.

 

Por otra parte, el impacto de las políticas públicas gestionadas en clave territorial está relacionado con el proyecto político que la sociedad defina como visión de futuro. La escena local, en cuanto protagonista de su propio desarrollo, es la instancia llamada a identificar las variables y determinar los instrumentos para construir el camino que conduzca a mejores condiciones de vida para el lugar y todos sus habitantes. En consecuencia, la visión de desarrollo puede incorporar dinámicas externas pero siempre con el asidero territorial que encauce todos los esfuerzos hacia la apuesta común de futuro.

 

En no pocas ocasiones la cuestión territorial se aborda con desdén, sin embargo la gestión de líderes políticos locales en ciudades y municipios del país son evidencia de la capacidad que puede llegar a tener un gobierno local para jalonar procesos de cambio –como también para sumir el territorio gobernado en vacíos institucionales que dan al traste con años de buen gobierno–; los asuntos locales no son menores, precisan ser abordados con el rigor de las preocupaciones nacionales y globales, sobre todo, en tiempos de elecciones presidenciales que dan primacía a lugares comunes de política nacional en detrimento de las discusiones regionales que necesita un país diverso como el nuestro.

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