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Esta semana celebramos la graduación de la primera promoción de politólogos de la Universidad Eafit al tiempo que fue noticia nacional la pretensión de cuestionar la democracia local desde la criminalidad. Un contraste que resalta la pertinencia de cualificar el ejercicio de la política en detrimento del protagonismo de politicastros.

El grado de nuestros jóvenes llamados a trabajar por el bien común, coincide con el despliegue mediático de personajes siniestros y evidencia el reto que persiste en la política fruto de la combinación entre asesinos adinerados y malos perdedores de las pugnas democráticas. Además del conocimiento de las teorías políticas y los problemas cotidianos de la ciudadanía, valores como la honestidad a toda prueba y la vocación de servicio, son la impronta que la sangre joven debe irrigar en el torrente de la escena política.

Para avanzar por los caminos de la justicia social y la paz, es preciso enfrentar con todo el poder ciudadano de las ideas y las buenas obras, al consorcio entre política y mafias, ahora nostálgico del otrora dominio de la ciudad.

Cabe anotar que a pesar de la acústica que han tenido algunas minorías que se resisten al progreso social de la ciudad, en las calles de Medellín se percibe un respaldo ciudadano en favor del alcalde y su gobierno. También se reclama la actuación pronta de la justicia ya que conocemos muy bien el daño que produce un mafioso con caja de resonancia en los medios.

Algunas voces que olvidan el terror padecido años atrás, pretenden tejer un manto de duda sobre la gestión de las dos últimas administraciones locales, pero la ciudad seguirá avanzando en su propósito de saldar las deudas sociales y no se dejará desviar del camino recorrido.

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