Creo en las palabras de Antanas Mockus cuando destaca la importancia de las ideas y estoy convencido de que al momento de tomar decisiones tendrá en cuenta los argumentos de profundas raíces cristianas que pueden enriquecer su ejercicio como presidente, entre ellos: la vida, la familia y las virtudes sociales.
La vida es sagrada desde el comienzo hasta el fin. La coherencia mockusiana nos permite asegurar que la afirmación puede hacerse extensiva desde la vida de la mujer, de los niños, de los jóvenes, de los ancianos hacia la vida de los no nacidos y de los moribundos. En la deliberación propuesta por Mockus tiene plena cabida la sensatez del primado de la apertura a la vida dada la fuerte conexión entre la ética de la vida y la ética social.
La familia es pieza clave en la ardua tarea de la legalidad. La convicción por el respeto a la Ley puede complementarse desde el gobierno y la sociedad pero sus verdaderas raíces se encuentran en el seno del hogar. En esta dirección la intervención social con enfoque de familia constituye factor aglutinador de políticas de vivienda (construcción y crédito para garantizar la casa propia), de emprendimiento (creación y promoción de famiempresas), de apoyo a jefes cabeza de familia y educación a los jóvenes (aumentar los ingresos de los primeros y mejorar las capacidades de los segundos; ambas para controlar la participación de otros miembros del hogar en el mercado laboral y así enfrentar el desempleo).
Un cambio cultural en la sociedad precisa un cambio efectivo de mentalidad en lo personal. La apuesta por la cultura ciudadana también se puede nutrir de las enseñanzas cristianas en el sentido de poner en práctica las virtudes sociales fundamentales (renovadas por la más reciente Encíclica Social y también sugeridas años atrás por el intelectual colombiano Cayetano Betancur), a saber: el afán de justicia para dar al otro lo que es suyo, la caridad para dar al otro lo que es nuestro y la solidaridad que nos haga corresponsables en relación con nuestros semejantes.
No se trata de mezclar religión con política. Se trata de una gestión presidencial respaldada por estos criterios como garantía de acuerdos sociales equitativos e incluyentes en menoscabo de decisiones pensadas desde intereses particulares. El proyecto de país que se avizora con Mockus como presidente permite pensar en una construcción colectiva en donde el compromiso de todos, católicos o no, se verá reflejado en políticas favorables al bien común.
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