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La entrada en vigor del aislamiento preventivo obligatorio decretada por el Gobierno Nacional el pasado mes de marzo, mostró que se tuvieron que tomar medidas extremas para poder preservar la vida de los ciudadanos. A pesar de que es difícil negar la importancia de dicha medida para preparar al sistema de salud ante esta nueva realidad y hacer pedagogía sobre las normas de bioseguridad, esta decisión tuvo un impacto significativo en las condiciones de vida de los hogares del país. Entonces, se pudo evidenciar que desde diversas perspectivas paralizar la economía con tal severidad terminó pasando la cuenta de cobro muy alta en los hogares colombianos.

Los costos sociales y económicos de la pandemia han sido monumentalmente históricos, aparte de los ya ampliamente conocidos como el crecimiento negativo del PIB en 15.7 % y tasas de desempleo que alcanzaron el 21.4 %; los ingresos de los hogares sufrieron un aparatoso descenso en los meses de mayo, junio y julio cuando se mantuvo el aislamiento social y congelamiento económico más estricto. Razón por la cual muchas personas en el país se vieron en la necesidad de volcarse a las calles en un intento desesperado por conseguir algo de sustento para sus familias. Y es apenas lógico, millones de hombres y mujeres se vieron obligados a recluirse en sus hogares de manera intempestiva, sin ninguna planeación y a merced del hambre.

 

De acuerdo con estimaciones propias realizadas con microdatos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares – GEIH, comparando con mayo, junio y julio de 2019, el ingreso per cápita de los hogares colombianos en las principales cabeceras del país pasó de 579.821 a 359.133 pesos, es decir, una caída del 38,06 %. Lo anterior deja en evidencia que la estrategia de aislamiento a pesar de ser la más adecuada en el sentido epidemiológico, estuvo lejos de ser prudente en términos económicos. Colombia es un país en vía de desarrollo en el que de acuerdo con el último reporte del DANE el 47,2 % de la población vive de ingresos informales (muchos de los cuales son diarios) y tiene poca propensión marginal al ahorro debido a los bajos ingresos. Entonces, una reducción tan drástica en la cantidad de dinero devengado en los hogares pudo suponer un panorama peor al que se estaba proyectando.

 

En concordancia con lo anterior, la evidencia estadística revela que el aislamiento terminó afectando en mayor medida a las personas más pobres y vulnerables. Los trabajadores informales del país registraron una caída en sus ingresos por persona del 49,46 % en comparación con el descenso del 20,48 % de los formales. Este es un escenario que muestra que el aislamiento social y el congelamiento económico terminó ampliando las brechas sociales en un país que de por sí ya era de los más desiguales del mundo. La modalidad de teletrabajo les permitió a diversos sectores de la economía seguir operando a distancia. Pero como todos ya sabemos, este no fue el caso de los más pobres, quienes ni siquiera cuentan con acceso a Internet en la mayoría de los casos.

 

Si bien todavía es necesario realizar investigaciones más exhaustivas sobre el impacto que ha tenido el aislamiento preventivo obligatorio sobre las condiciones socioeconómicas de los hogares colombianos, las primeras evidencias muestran que seguir afectando el curso económico solo empeoraría condiciones de vida de los ciudadanos. Es necesario reconocer que el Gobierno Nacional ha intentado palear la crisis social a través de la entrega de subsidios, pero estas medidas no han podido contrarrestar las consecuencias nefastas de la parálisis económica. Por lo tanto, los colombianos no estamos en la capacidad de resistir una nueva cuarentena obligatoria, sería arrojar a millones de personas a la miseria total.

 

Los días que hemos vivido en las condiciones de aislamiento selectivo han mostrado la significativa recuperación de la economía colombiana, en la que las cifras de desempleo se han venido recuperando paulatinamente y se espera un alivio en la temporada decembrina. Considero que lo más prudente en términos económicos en el corto plazo es seguir flexibilizando las restricciones que se han impuesto desde marzo para permitir un respiro a los sectores que aún no pueden operar. El periodo de pedagogía terminó y ahora empieza el de la conciencia colectiva.

 

Álvaro Javier Vargas Villamizar

Profesor Facultad de Economía

USTA – Bucaramanga

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