Vías inconclusas que llegan hasta la mitad del camino; proyectos llevados a consultas populares donde el NO es el común denominador, escándalos por árboles viejos, mal sembrados, sin criterio y que atentan contra las bases de las viviendas o las vías; manifestaciones y protestas por las semillas transgénicas de las que no tienen idea qué son ni para qué sirven…. en fin, un rosario de intervenciones de los activistas del medio ambiente en contra de todo lo que se les ocurra o lo que sus mentores y financiadores quieran mover.
Pero si de cosas traídas de los cabellos se trata, la verdadera tapa está representada ahora por un proyecto de Ley que busca etiquetar todos y cada uno de los 17.000 millones de huevos que pondrán las gallinas colombianas este año y que son de consumo diario por los 50 millones de colombianos.
Tras la lectura juiciosa del proyecto de Ley, radicado ante el Senado el pasado 21 de julio, este deja entrever que no ha surtido efecto lo legislado hasta ahora por los gobiernos, autoridades de salud pública y sanidad animal, así como las labores de prevención y control sobre la actividad avícola y que este proyecto de ley será la salvación para librar a los animales de la explotación a la que son sometidos.
Quienes lo redactaron desconocen totalmente la actividad avícola, no distinguen entre una gallina ponedora o un pollo de engorde y no saben que alrededor de la avicultura hay empleo y proyectos productivos para todos los habitantes del rural disperso, así como medianas y grandes empresas hechas a pulso de sus dueños. Por no saber lo anterior no pueden a dimensionar sus consecuencias.
Vamos por partes:
Las aves hacen parte del patrimonio de las empresas grandes, medianas y pequeñas y de las personas naturales, niños y jóvenes que inician una actividad productiva en sus fincas. Estas cuestan dinero y la avicultura demanda inversiones, pues detrás de esto hay investigación, genética y desarrollo por parte de la industria.
Así las cosas, no es consecuente siquiera pensar que atenten en contra de su propio patrimonio, en este caso, maltratando a los animales.
El proyecto busca que las gallinas vivan ‘a sus anchas’, en lotes al aire libre (como el ganado bovino), escarbando la tierra en busca de gusanos, con alojamientos y nidales dónde pasar la noche y poner sus huevos.
Lo que ignoran los firmantes es el problema medioambiental que promueven, pues una cosa es tener 50 gallinas ponedoras en el patio de una finca y otra muy distinta, 5.000, 50.000 o un millón de aves, como es el inventario promedio de muchas empresas avícolas del país andando por los potreros.
Solo el hecho de pensar en las excreciones sobre el pasto de tal cantidad de aves es motivo de preocupación por el daño ambiental que se ocasiona a los suelos, que podrían quedar inservibles tras una excesiva carga de amoníaco, por ejemplo.
Las aves, al aire libre, son susceptibles a contraer enfermedades tan letales como la Gripe Aviar (H5N1) que transportan consigo (como portadores asintomáticos) las aves de migración que cada año pasan sobre el país en sus viajes de norte a sur del continente, y viceversa.
Las aves, al aire libre, son presa fácil de depredadores como roedores y reptiles, así como águilas, gallinazos, gavilanes y halcones, que tienen pollitos, pollos y gallinas como su presa más apetecida; la llamada Águila Crestada (Spizaetus isidori) es uno de los mayores y temidos depredadores de la avicultura colombiana.
Recordemos la famosa canción de ‘El Gavilán Pollero’ (Buteo magnirostris) al que se la dedicaron por haberse llevado la polla más hermosa del plantel.
Al final del día, ¿quién pagará las pérdidas ocasionadas por las enfermedades exóticas, el ataque de los depredadores y la contaminación de los suelos derivadas del pastoreo de aves?
A marcar los huevos
Otra de las aristas que trae esta iniciativa legislativa está en la obligatoriedad de etiquetarlos: “… todos los huevos que se comercialicen y/o se produzcan en Colombia, incluyendo huevos en cascarón, líquidos y en polvo, deberán especificar el sistema en el que fueron producidos”, para lo cual se establecen cuatro leyendas.
Lo que desconocen los redactores del proyecto de ley es que “los medianos y los pequeños avicultores colocan en el mercado el 70% de la producción de huevos en Colombia, mientras que el restante 30% corre por cuenta de las empresas grandes”, dijo en entrevista a este blog Gonzalo Moreno, presidente del gremio.
El trabajo de marcar los huevos para el consumo humano demanda inversiones en bienes de capital (máquinas marcadoras y tintas ecológicas) que podrían hacer las empresas avícolas en las etapas de selección y empaque, pero los medianos y pequeños no.
Vale la pena indicar que para lograr un ingreso equivalente al valor de un salario mínimo debe contarse con un plantel de 5.000 aves.
Según la última Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) la avicultura de traspatio la ejercen familias y emprendedores rurales en 98.151 explotaciones, donde se producen anualmente 17,1 millones de huevos de gallina, de los cuales 3,8 millones van al mercado local y 17,1 millones son de autoconsumo. Además de gallinas, en los planteles caseros se crían y benefician gansos, patos, piscos y gallos.
Ahora, como la ley es para todos, ¿cómo los marcarán los medianos y pequeños productores? ¿con lápiz o marcadores escolares?
Por último, aclaró Gonzalo Moreno, presidente de Fenavi, que, en general, “muchos de estos proyectos están copiados de la legislación de otros países y, puntualmente, sobre este proyecto se ratificó en afirmar que desconoce la realidad del país, pues el 70% del huevo que se produce en Colombia se vende al detal y no hay obligación de ser marcado, según lo dispuesto en la resolución 5109 del Invima (https://tinyurl.com/y5tltrzf ), que establece los requisitos de rotulado o etiquetado que deben cumplir los alimentos envasados o materias primas para consumo humano.
Además, Fenavi participará en las discusiones que se presenten en el Legislativo. “Nuestro deber es dar argumentos técnicos para demostrar que muchas de las normas que contiene dicho proyecto ya hacen parte de las leyes colombianas y que, además, es una copia de partes del Estatuto del Consumidor (Ley 1480 de 2011 https://tinyurl.com/y2dtp87s
Ahora, no todo es malo en el proyecto analizado. Un aspecto que merece la pena destacar es la inclusión de la prohibición a la publicidad engañosa o dudas sobre el sistema productivo utilizado; por lo anterior, no habría publicidad de ‘gallinas felices’ o de ‘ambientes sanos’ o de huevos ‘naturales’, como se lee en los empaques de los supermercados.
Desde esta tribuna ratifico mi negativa a violencia en contra de los animales, ejemplares que deben gozar de alimentación y alojamiento adecuados, así como de buena salud cuando están en manos del hombre para su beneficio.
Por otra parte, tengo mis reservas frente a quienes invaden las tierras agrícolas de los empresarios de la caña, con el discurso del ‘rescate de la madre tierra’ y a las declaraciones de ‘zonas libres de transgénicos’ (como si sembrar esas semillas fuera obligatorio), situaciones promovidas por medioambientalistas de escritorio.
El proyecto de marras puede consultarlo haciendo clic en: https://tinyurl.com/y2hb7vjp
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De contera:
- No cesan las importaciones de leche en polvo por parte de la agroindustria, que de tajo ignora los más de 4.500 millones de litros que no compra anualmente y que muchas veces hay que dárselas a los cerdos o terneros o tirar a los potreros.
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