La economía es, tal vez, la actividad humana más primigenia de todas.
Los antropólogos la pueden apreciar aún antes del Homo Sapiens, en la actividad de algunos Australopithecus, previamente a su extinción, hace más de un millón de años, con base en su capacidad para fabricar alguna herramientas.
La economía, a pesar de lo que dicen los expertos, no es una ciencia. Es una parte esencial de la constitución intelectual humana que protege la especie para hacer un mejor uso del ambiente que le rodea, en función de su propio beneficio y para asegurar su supervivencia de una manera relacional y racional. Características que se derivan de su intelecto evolucionado a través de los tiempos.
Desde los primeros homínidos que diseñaron y fabricaron sus primeras herramientas, para hacer mejor uso del ambiente y de sus propias habilidades, con el fin de intervenirlo en beneficio propio; hasta las generaciones de hoy en día, se han desplegado formas increíblemente sofisticadas de esa misma habilidad primigenia.
El concepto simple de la economía como actividad racional orientada a asegurar la supervivencia y, diríamos hoy, la sostenibilidad de la especie, es la manifestación más evidente de lo que podríamos denominar el Homo Económicus, propiedad que se manifiesta, de manera muy primaria, en el Astrolopithecus, pero que se hace muy evidente al observar todo el proceso de desarrollo del Homo Sapiens.
La economía determina los comportamientos asociativos de la especie que entiende que su desarrollo se acelera exponencialmente cuando interactúa en sociedad.
Hay una etapa en la evolución donde este espíritu asociativo se resquebraja, al desarrollar actividades económicas en medio de grupos sociales que, con frecuencia, difieren en la apreciación de sus intereses.
Esto genera la competencia, elemento que hace que unos quieran superar a otros en diferentes campos de las actividades humanas. Esta competencia, bien regulada, contribuye, de manera significativa, al avance de la especie. Procura una mejoría importante en las actividades sociales, profesionales científicas, culturales, etc. Pero, si no se regula adecuadamente, puede ser factor importante de aumento de la desigualdad, al promover estructuras de poder dominantes que afectan la vida en comunidad, la distribución justa de los bienes y el libre desarrollo de las personas, pues no permite, a parte de la población, el alcance de una vida digna, cuando esta situación limita sus derechos fundamentales. El avance extremo de estas desigualdades genera las guerras, expresión violenta de las diferencias que puede destruir toda o buena parte del bienestar alcanzado por la comunidad.
El interés económico por asegurar la supervivencia de la especie, en múltiples ocasiones, resuelve los conflictos, en particular, cuando esa competencia se puede desbordar en detrimento de una gran mayoría que se hace consciente del riesgo que se corre al alcanzar límites insostenibles de competencia que pueden llevar a la destrucción de la mayoría. Es aquí donde nace el concepto de la ética que determina un conjunto de principios fundamentales que procuraran asegurar la supervivencia de la especie por vía de un acuerdo sobre lo que los individuos, en general, consideran como la única manera para resolver aquellos problemas que la competencia no soluciona o, más bien, llega a provocar, por un mal entendido concepto de la economía, que se somete a satisfacer intereses de una minoría que puede ser depredadora para la misma especie, al pretender imponer sus propuestas sobre las de los demás.
Retomando el tema, la desaparición de los Homínidos, para dar paso a la aparición del Homo Sapiens, fue la coyuntura que dotó a la nueva especie con condiciones morfológicas, intelectuales y espirituales que le permiten tener dominio sobre la naturaleza, para bien o para mal. Respuesta que solo se verá al final de la historia humana.
Actualmente, es muy probable, por la destrucción del medio ambiente, las hambrunas, las ideologías negacionistas que atentan contra los más elementales principios de la ética y las guerras que se detectan en varias regiones del mundo, que estemos ante un punto de inflexión que pueda provocar la desaparición de Homo Sapiens.
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