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hadler@stanfordalumni.org

Comenzando la pandemia, advertía el corresponsal de la “W” en España sobre el cuidado que es necesario tener con las falsas noticias. “Solamente escucho a los expertos,” dijo.

Pero unos días más tarde, en la emisión del 7 de marzo, olvidó su sabio consejo cuando afirmó, palabras más, palabras menos, que “a la bolsa hay que ir con el dinero que sobra.” “Allá se lucran,” sostuvo, “quienes menos lo necesitan.”

Casualmente, por esos días lograron contactar al señor Mohamed El-Erian, rutilante estrella en el mundo financiero. Sin haber llegado nunca a saber de quien se trataba, y después de una corta e insulsa entrevista, el señor Casas lo identificó como un posible descendiente de la familia del filósofo Kierkegaard. Desperdiciaron una gran oportunidad para asesorarse de un verdadero experto.

Admiro el programa, pero me aterra la forma folklórica como los integrantes de su mesa de trabajo suelen abordar el tema de inversiones en renta variable.

Deberían estar enterados, por ejemplo, de que el fondo mutuo más grande en los Estados Unidos, el Vanguard Total Stock Market Index (VTSAX), ha obtenido, a junio 23, una rentabilidad anual en 10 años de 13.2%, y en 15 años de 8.9%. Maneja activos por $861.000 millones de dólares, y su cargo de manejo es de tan solo el 0.04%.

Y que los grandes fondos especializados en acciones de ese país han obtenido resultados de ese mismo orden. (En la rentabilidad a 15 años están incluidas la crisis financiera del 2008-2009, y obviamente la pandemia que estamos viviendo).

Pueden estar seguros en la emisora de que parte importante de esos trillones de dólares no pertenecen a quienes les sobra el dinero, sino a un montón de personas, educadas, en la búsqueda de asegurar su futuro.

Es conocido que a corto plazo las bolsas suelen ser temperamentales. Hasta bipolares, durante crisis como la que estamos viviendo. Pero a largo plazo, el resultado que puede razonablemente esperar un inversionista en esos fondos equivale a la suma del crecimiento económico (2% a 3% en los Estados Unidos), la inflación (2% a 3%), y los dividendos (2% a 3%).

El secreto para forjarse un buen retiro consiste entonces en captar el efecto compuesto de la mayor rentabilidad que ofrece la renta variable durante los cerca de cuarenta años de vida laborable, mediante uno de esos grandes fondos de amplio espectro y de muy bajo costo. Con la salvedad que al cabo de unos treinta años, y a medida que se vaya acercando la edad de retiro, va a ser prudente ir disminuyendo paulatinamente la exposición al mercado de acciones.

Como alguna vez escribió Benjamín Graham, el padre de los expertos, invertir es una operación basada en análisis concienzudo que promete seguridad del capital y retorno adecuado. Lo demás es especular.

Según aclara, hay especulación inteligente, así como varias formas en que deja de serlo: cuando se hace pensando que se está invirtiendo, cuando al carecer de conocimientos suficientes se toma la actividad en serio y no como un pasatiempo, y cuando se pone en juego dinero que uno no puede darse el lujo de perder.

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