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hadler@stanfordalumni.org

En el fondo, una criptomoneda es un software conformado por series de dígitos. Carece de un valor intrínseco, y su precio depende de qué tanto estén dispuestas a pagar otras personas.

Se lee que es fácil negociarlas: se baja un programa, se suscribe a una buena plataforma, y se crea una billetera digital con una fuerte contraseña, la cual no debe extraviarse bajo ninguna circunstancia.

Sin embargo, el lanzamiento de lo que algunos medios presentaron como el primer fondo de bitcoins en los Estados Unidos batió todos los récords, llegando a los primeros mil millones de dólares en la forma más rápida de la historia.

Importante hacer dos aclaraciones.

Primero, desde el 2013 opera en ese país el fondo “Grayscale Bitcoin Trust” con cerca de $37.000 millones de dólares a cargo, cuyas acciones se negocian bajo la sigla GBTC. Su rentabilidad abre los ojos, con 111% anual en los últimos 5 años, 1.557% en el 2017 y 45% en lo corrido de este año, de acuerdo con Morningstar. Claro, tuvo una pérdida de 82% en 2018.

Opera como un fideicomiso (“Unit Investment Trust,”) estructura existente desde 1923. A septiembre, los fideicomisos manejaban $87.900 millones de dólares, cifra muy inferior a la de los fondos mutuos y ETFs.

Para adquirir bitcoins, capta recursos mediante emisiones privadas de acciones a grandes inversionistas, y periódicamente coloca acciones del fideicomiso al público. De acuerdo con el portal Decrypt, posee más de 650.000 bitcoins, que representa el 46% de los bitcoins en poder de las empresas públicas.

Además de altos cargos de manejo, carece del mecanismo propio de los ETFs en cuanto a creación y redención de unidades, el cual permite que los precios se mantengan muy cerca del valor de sus activos. En consecuencia, sus precios se negocian con primas -o descuentos- que pueden ser muy importantes.

Gracias a lo que hasta ahora era una baja competencia, las acciones se venían negociando con una prima. Pero a partir de febrero, esta se convirtió en un descuento de hasta 20%, en perjuicio de sus antiguos accionistas.

En la práctica se termina invirtiendo en acciones de un fideicomiso que compra y vende bitcoins.

Con respecto al nuevo fondo, ProShares Bitcoin Strategy ETF (BITO), la Comisión de Bolsa y Valores (la SEC) no ha autorizado aún a ningún fondo invertir directamente en criptomonedas, al contrario de lo que por ejemplo sucede con el oro. Alegan insuficiente reglamentación, falta de claridad sobre su proveniencia, y posible manipulación y fraude en la fijación de sus precios.

Invierte por medio del mercado de futuros, los cuales se negocian en el Chicago Mercantile Exchange.

La W, siempre atenta a estos temas, divulgó oportunamente la noticia, aunque el doctor Casas quedó preocupado ante un eventual fallecimiento de la contraparte

En realidad, se trata de contratos estandarizados entre dos partes, comprometidas a intercambiar un activo en una fecha y a un precio predeterminados. Ofrecen además transparencia en los precios, y un alto volumen de negociación. Y como en todas las bolsas, hay una cámara de compensación (‘clearinghouse”) que respalda su cumplimiento.

Un problema con estos fondos es que los futuros básicamente son una especulación sobre la dirección de unos precios. El otro problema es el contango, que se presenta cuando hay expectativas de alza en los precios.

Los contratos de futuros expiran, y deben ser renovados. Cuando los de los meses subsiguientes tienen precios superiores a los que vencen el mes actual, se produce este fenómeno, bajo el cual el fondo se ve obligado a vender contratos relativamente baratos, y reponerlos con unos más caros.

En la época del lanzamiento, Morningstar calculó que, de continuar, podría representar un costo adicional anualizado de hasta 12%.

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