Estamos ad portas de la discusión anual respecto al incremento del salario mínimo. Este año, el escepticismo de los trabajadores frente al referente de la inflación futura tiene un argumento contundente: los puntos porcentuales de sacrificio en el poder adquisitivo durante el 2008 (6.41% de incremento salarial -que incorporó inflación esperada más el artificio de la supuesta productividad- frente a los ocho puntos que alcanzará la inflación este año). Se trató de una jugada por la estabilidad de precios en la que los trabajadores asalariados se vieron obligados a hacer una generosa apuesta mientras que los empleadores, después de un histórico nivel de ganancias como el registrado en 2007, corrieron con mejor suerte en el pulso salarial.
Los expertos en la materia parten del criterio de la imposibilidad de mejorar salarios debido al conflicto entre trabajadores y desempleados, según el cual el bienestar de aquellos se genera en detrimento de éstos. Es también un argumento en donde la buena voluntad del empleador hace escuchar la voz del desempleado. En este sentido, se debe señalar que la política de empleo, y la discusión salarial en particular, no consiste en hallar victimarios entre su población objetivo, por el contrario, se trata de argumentar y persuadir para decidir sobre la suerte de millones de colombianos que hacen bien su trabajo, quieren encontrar uno o quieren hacer empresa.
Esta es una oportunidad para discutir la realidad del mercado de trabajo en Colombia y sus mediciones oficiales. Por ejemplo, es preciso llamar la atención sobre los inactivos (personas en edad de trabajar que no necesitan, no pueden o no están interesadas en tener actividad remunerada) no solo como ardid que reduce cifras oficiales de desempleo sino, sobre todo, como grupo poblacional que reclama atención de las decisiones en materia de empleo.
Los miembros secundarios del hogar son factor explicativo de las variaciones de la inactividad, ergo, del desempleo, razón por la cual, las políticas encaminadas a incrementar ingresos de hombres y mujeres jefes de hogar, en particular, de hogares con población en edad escolar y que devengan menos de dos salarios mínimos, benefician a trabajadores e inactivos por igual.
Así, se cumple el doble propósito de contener la participación laboral de niños y jóvenes y evitar su deserción del sistema educativo, tarea a la cual confluyen iniciativas como las transferencias monetarias condicionadas, el subsidio familiar, las bonificaciones al empleado no constitutivas de salario y el aumento del salario mínimo superior a la inflación.
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