Desde diversos ángulos, el maltratado calificativo de lo social fue enriquecido con múltiples iniciativas y matices según las condiciones locales de ciudades tan diversas como Kerala, Roma o Porto Alegre.
Pero el entusiasmo mundial que despierta la riqueza de los temas sociales, contrasta con el karma colombiano de girar en torno a los temas del conflicto. Basta con ver los principales hechos noticiosos, escuchar las opiniones de los expertos y conocer las agendas de los gobernantes para identificar un común denominador: nuestra prioridad se desplaza por el sendero que va de la guerra a la paz sin lugar a extravíos.
Mientras el mundo piensa lo social alrededor de propósitos comunes como los Objetivos de Desarrollo del Milenio o las propuestas emanadas de la planeación participativa, nuestro derrotero de política pública se encuentra delimitado por las restricciones que violentos y pacifistas imponen en la deliberación pública.
Es preciso «desmovilizar» el debate público con el fin de tomar las vías que conduzcan a la deliberación de los demás temas que la ciudadanía reclama a diario tales como la pobreza, la desigualdad, el desempleo, todos ellos tan importantes como la paz, en la siempre inconclusa tarea del desarrollo.
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