Estamos ad portas de comenzar un nuevo año lectivo y después de la discusión que suscitó la tristemente célebre carta de renuncia de un profesor universitario al final del año pasado, conviene traer a colación la exhortación contenida en la XLV Jornada Mundial de la Paz:
“Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz”.
Por supuesto se trata de una labor que requiere el concurso de los padres de familia -padres comprometidos con su tarea de formadores- y del sistema educativo en su conjunto; pero una vez en la universidad, el estudiante carga con el legado de aciertos y desaciertos que lo exponen a decisiones definitivas para su futuro personal y profesional. El estudiante universitario enfrenta momentos de verdad que le exigen niveles de madurez que en ocasiones no posee y es allí donde tiene que contar con el acompañamiento de un profesor auténtico, sabedor del carácter irrenunciable de su condición.
Flaco favor le hace el docente cómodo a la propensión hacia los ideales que siempre habita en los jóvenes. El buen profesor, y aquellos que se esmeran por serlo, tienen ante sus ojos puñados de constructores de paz como los descritos en el mensaje pontificio en mención: jóvenes ávidos de ser educados en la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; protagonistas de su vida en comunidad y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones sociales para buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos.
El mundo universitario actual ofrece oportunidades de liderazgo e ideas constructivas para pensar con optimismo no solo el 2012 sino también el mediano plazo. No obstante, es preciso reconocer que la educación superior tiene la tarea urgente no solo de reformas en materia política y legal sino también en el terreno de la reflexión personal y vocacional, toda vez que “la educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida”.
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