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En su texto acerca de democracia, tecnología y crecimiento, Aghion et al (2007) aseguran que la democracia puede tener efectos diferenciales en el crecimiento de acuerdo con el nivel de tecnología de las industrias, esto es, mientras más avanzado -en términos de valor agregado por trabajador- sea el sector, mayores son los beneficios económicos que ese sector puede capitalizar de las instituciones democráticas.

 

Esta explicación se suma al coro de voces que destaca la necesidad de brindar estabilidad a la inversión foránea para obtener resultados en materia de innovación tecnológica; no obstante, esta innovación debe entenderse también como un proceso de ajuste institucional favorable a la innovación social, ámbito en el cual, los gobiernos locales deben buscar los mecanismos para ser partícipes de las prácticas innovadoras.

 

Cabe recordar que la innovación tecnológica como vehículo de progreso social y económico requiere el apoyo decidido no solo del estado sino también de la empresa privada y la academia, de tal forma, que se permita jalonar los procesos que garanticen la articulación de esfuerzos alrededor de la generación de nuevas ideas.

 

Nuestros territorios enfrentan niveles de pobreza y desigualdad que exigen la atención de la sociedad como un todo. Es posible pensar en la tecnología como aliada clave en la lucha coordinada contra la pobreza: la investigación académica para desarrollar nuevas aplicaciones, la capacidad empresarial para insertar los avances tecnológicos en sus procesos productivos y la acción del estado tanto para crear los incentivos necesarios como para idear formas de adaptación de la tecnología a la implementación de las políticas sociales.

 

Con el debido acompañamiento social, las intervenciones públicas pueden optimizar instrumentos de focalización, asignación, monitoreo e impacto de los recursos al tiempo que dinamizan un mercado de innovaciones en el que convergen los intereses académicos y empresariales. En tiempos de consolidación de regiones, la institucionalidad democrática del nivel local está llamada a ser la protagonista de la revolución tecnológica al servicio de objetivos sociales más amplios.

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