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Sala i Martin define la globalización económica como el libre intercambio de capital, trabajo, tecnología y mercancías. No es difícil encontrar ejemplos que limitan la libertad para intercambiar cada uno de estos cuatro factores: controles de capitales, visas, patentes y proteccionismo son tan comunes como las dinámicas ubicuas, tan solo en apariencia, de la globalización.

 

El avance de la tecnología ha hecho que no sea la escasez, sino la abundancia de información lo que predomina en muchas de nuestras decisiones. Una implicación directa de la sobreinformación es acostumbrarnos a pensar y actuar a partir de dogmas. La salida fácil de “tragar entero” se torna inherente a nuestro raciocinio y el caso de la globalización no es la excepción.

 

Al discutir la necesidad de insertarse en la lógica de la globalización, vale la pena detenerse en el concepto, sus pretensiones y alcances reales. En muchas ocasiones los ejemplos inobjetables del mundo globalizado no lo son tanto y se acercan más a mitos que a evidencias.

 

Es posible afirmar que todos sabemos qué es la globalización, pero cada uno tiene una aproximación diferente. Es una situación lejana de consensos cuyos puntos de tangencia se pueden encontrar a través de ejemplos manidos. La mitología alrededor de la globalización -tecnologías, marcas, distancias cortas- se derrumba cuando se cuestiona la ambición de su significado: ¿qué significa en todas partes?, ¿qué significa para todos?

 

La bondad histórica de la globalización consiste en crear un sistema que amplía el campo de juego al dinero a través de una suerte de paz. Países invasores solo explotan, países en guerra no intercambian. El problema es que no sólo se ensancha el campo de juego sino que también se modifican las reglas del juego, fomentando así inconformidad, ergo, conflictos posteriores.

 

Es posible que exista una aldea global paradisíaca de intercambios libres, pero cuando se toca a la puerta se convierte en escenario remoto debido a la presencia de barreras a la entrada tan sencillas como dinero, conocimiento, idioma, cultura. El intelectual italiano Baricco señala que la globalización es un sueño pequeño porque procede directamente del imaginario de ejecutivos y banqueros. Y nos hace una exhortación: se trata de empezar a soñar ese sueño en lugar de ellos y de hacerlo realidad.

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