Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Negligencias y maltrato de la representación de Colombia en Rusia no son exclusivos para los estudiantes… denuncian empresarios colombianos residentes en ese país. 

 

Hace un par de meses, los estudiantes nacionales becados por diferentes entidades en la antigua Unión Soviética denunciaron irregularidades en la Embajada de Colombia en Moscú.

 

Las quejas tenían que ver, entre muchas otras, con vulneración de sus derechos a la educación y otros derechos fundamentales por parte de funcionarios de la Embajada al no expedirles simples certificados de que el gobierno colombiano no se oponía a que continuaran sus estudios como becados, un requisito exigido por el Ministerio de Educación ruso. Las quejas de los estudiantes tenían que ver, sobre todo, con los servicios consulares.

 

Ahora, a esa queja se suma la de los empresarios colombianos en ese frío y lejano país, quienes ven a su Embajada como ‘un saludo a la bandera’, pues no cuentan con ella para generar nuevos negocios o para seguir expandiendo el camino que estos visionarios ya abrieron con su trabajo arduo desde hace muchos años.

 

Por ejemplo, algunos importadores de flores colombianos residentes en Rusia, que son unos siete que cuentan con amplia trayectoria en ese mercado y que llevan las flores no solo de Colombia sino de países como Ecuador y Holanda, denuncian que el embajador, Rafael Amador, “jamás se presentó formalmente y nunca nos tiene en cuenta para cuando hay misiones comerciales u otras reuniones importantes en Moscú”.

 

Luis Landazábal, un empresario que tiene negocio de importación de flores, comenta que “a lo único a lo que a veces nos invitan en la Embajada es a eventos culturales, pero de negocios, nada”.

 

Landazábal sostiene que con administraciones pasadas eso no sucedía: “Lo primero que hacía un embajador era reunir a sus compatriotas empresarios y contar con ellos para que opinaran o participaran con ideas en diversos temas, pero con esta representación es como si no existiéramos”, subraya. “Era grato, como comerciante, recibir ideas y buscar alternativas a través de la Embajada”, recuerda.

 

“La Embajada actual es muy cerrada y hermética, y eso crea malestar”, sostiene el hombre de negocios, que lleva 13 años viviendo en Rusia, está casado con una ciudadana rusa, tiene dos hijos y su compañía lleva 11 años operando.

 

Otros empresarios de distintos sectores, quienes prefirieron mantener sus nombres en reserva, están de acuerdo con Landazábal y agregan que no entienden cómo una representación de un país no atiende bien a sus connacionales, quienes en ese país no son muchos y no generan un tráfico de visitas o trámites en la Embajada que amerite las demoras, las omisiones, las negligencias y el maltrato.

 

Los negociantes consultados no dudan en afirmar que adicional a que los colombianos son pocos en ese país, lo que sí es cierto es que la mayoría, por no decir todos, son personas, estudiantes y profesionales de bien, de un altísimo nivel moral y educativo.

 

 “En Rusia no hay un solo preso de origen colombiano y eso habla muy bien de quiénes somos”, comenta uno de los colombianos con mayor trayectoria empresarial de ese país, de un renglón diferente al de las flores y quien lleva más de dos décadas en el negocio.

 

“Como ni el embajador ni sus colaboradores colombianos hablan bien el idioma, la que manda en la Embajada es una secretaria rusa que lleva allí más de 20 años”, comenta un comerciante de forma airada, quien agrega: “Qué va a saber una persona que no es colombiana sobre cuáles son nuestras necesidades”.

 

En general, los importadores, empresarios y comerciantes colombianos residentes en Rusia expresan que sienten apatía ante la posibilidad de hacer alguna gestión con esa Embajada pues, según ellos, “no hay interés en que los negocios se sigan moviendo”.

 

Y aquí los entrevistados traen a colación el caso de una comisión mixta de colombianos en Rusia, hace unos dos meses, de la cual no se derivó la firma de un solo contrato ni se aterrizó una sola oportunidad comercial. “Aquí hay que hablar de hechos concretos y no de ideas solamente, pues los rusos son personas de palabra y de acción inmediata”, comenta un empresario, quien explica que para hacer negocios en la cultura rusa hay que ir preparados con propuestas concretas y con la forma en que se van a ejecutar.

 

Los emprendedores denuncian que en el 2012, antes de que fuera de visita una comisión, le pidieron al embajador Amador que les avisara para que ellos pudieran reunirse con dicha misión comercial, pero finalmente no se realizó la visita en la fecha prevista y no hubo ninguna explicación por parte de la Embajada. “Es que ni por mail le avisaron a nadie, ni una disculpa, ni una explicación… nada”, explica otro importador de flores, quien comenta que después, cuando efectivamente la comisión colombiana de empresarios estuvo en Moscú, “a nadie invitaron”.

 

“Eso sí, a los amigos cercanos del embajador siempre les llegan las invitaciones, pero a nosotros no”, se queja otro emprendedor, quien recuerda que gracias a la gestión y a las peticiones ante el gobierno colombiano de las personas de negocios residentes en Rusia –con el apoyo de la anterior representación diplomática– fue posible llevar a Moscú una oficina permanente de Proexport, que anteriormente solo operaba en Alemania, e incluso que a los colombianos no se les exigiera visa para entrar a Rusia.

 

“Durante la anterior representación se hizo la gestión de llevar productos cárnicos colombianos a Rusia y el proyecto no resultó viable, pero por lo menos sí se hizo la gestión”, recuerda el comerciante Landazábal.

 

“Hay situaciones que se salen de las manos de los empresarios y es ahí cuando se necesita el apoyo de la Embajada, pero en la actualidad hay demasiado secretismo en lo concerniente al comercio”, comentan dos colombianos dueños de compañías en Rusia.

 

Adicionalmente, los empresarios concluyen que por culpa de una mala representación se ha generado una pérdida de credibilidad del gobierno colombiano ante los rusos e incluso a los ojos de colegas embajadores de otras naciones.

 

“La Embajada de Colombia es un desperdicio de dinero público y se pierden constantemente oportunidades de negocios”, comentan al unísono algunos compatriotas dueños de empresas en esa nación entrevistados para esta nota.

 

Compartir post