Ya es hora de que empecemos a llamar a esta tendencia del mercado por su verdadero nombre. Por mucho tiempo ha recibido la denominación de ‘negocios de bajo costo’. Pero no más. El calificativo que debe recibir, de ahora en adelante, es el de ‘negocios de precios justos’, como los bautizó en un comentario el director económico de Fenalco, Rafael España.
Estoy hablando de todas estas empresas que hoy en día le están ofreciendo la posibilidad al consumidor de adquirir productos de buena calidad a precios que están años luz de las marcas tradicionales y mucho más cerca de millones de bolsillos de los colombianos.
Esta revolución de precios justos llegó para quedarse. Y la podemos percibir en las diferentes ramas del mercado: aerolíneas, tiendas de café, supermercados, gimnasios, agencias de viajes, hoteles, moda, telefonía móvil, etc.
Los casos más recientes y exitosos de esta nueva tendencia son los de las cadena de tiendas de café y panadería Tostao, supermercados Justo & Bueno y D1 y el de la aerolínea VivaColombia, entre otros.
Sin embargo, ya existían en el mercado experiencias exitosas que marcaron un verdadero hito, como por ejemplo cuando Alfonso Ávila fundó AeroRepública y casi que al mismo tiempo surgieron los hoteles Decameron. Eran tiempos en que los pasajes para ir a destinos como San Andrés, Cartagena y Santa Marta estaban literalmente por las nubes, al igual que los precios de los hoteles que solo se llenaban en temporada alta a precios impagables para la gran mayoría de los colombianos.
La alianza que hicieron estos dos importantes emprendimientos revolucionó el mercado del turismo en Colombia y permitió que miles de familias colombianas pudieran hacer realidad el sueño de viajar en avión y conocer el mar a un precio verdaderamente justo.
Y poco después de que Ávila vendiera su compañía a Copa, donde se perdió el concepto de precio justo que traía AeroRepública, el empresario fundó EasyFly y su éxito ha sido arrollador.
Y poco a poco las mismas cadenas de supermercados como el Éxito, Carulla y Olímpica, entre otras, empezaron a promocionar productos propios que con precios muchos más razonables compiten con las marcas tradicionales, especialmente aquellas que hacen parte de la canasta familiar.
Pero esta reflexión sobre los ‘negocios de precios justos’ tiene que ir mucho más allá y espero que muchos economistas y expertos en mercados sienten cátedra al respecto.
Por eso cabe hacerse esta reflexión: ¿Si se pueden vender productos y servicios de buena calidad a precios razonables… será que entonces por décadas nos engañaron a los consumidores con precios inflados?
Es obvio que las compañías que producen las marcas líderes del mercado conocían desde hace mucho los secretos de producir a bajo costo. Lo que pasa es que nunca nos lo contaron y, por lo tanto, nunca se reflejó en los precios de sus productos esa reducción en los costos de producción.
De ahí que sus ganancias siempre han sido multimillonarias a costillas de los bolsillos de los consumidores.
Pero con la llegada al mercado de estas empresas de precios justos’, las cosas han empezado a cambiar. Para el año 2015, como lo reveló EL TIEMPO, el panel de hogares de la firma Nielsen advertía que el 68 por ciento de los consumidores de las ya reconocidas tiendas D1, por ejemplo, eran hogares que antes iban a otros establecimientos, especialmente supermercados de cadena e independientes.
Y hoy muy seguramente ese porcentaje podría ser mayor. La consolidación de cadenas como el mismo D1, Tostao, ARA y Justo & Bueno, entre otras, así lo demuestran.
Así que bienvenida esta revolución de ‘negocios de precios justos’ que han aliviado el bolsillo de millones de familias colombianas.
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