Yo se que la mayoría de ustedes nunca conoció las instalaciones de la Contraloría General, en pleno centro de Bogotá. Quienes hemos cubierto esta fuente por años, la llamábamos ‘la ratonera’. Personalmente siempre pensé que se trataba del peor lugar para hacerle seguimiento a los escándalos de corrupción más grandes del país.
Desde Carlos Ossa Escobar, Antonio Hernández Gamarra, Julio César Turbay y ahora Sandra Morelli, recorrí ese ‘tugurio’ en busca de chivas con las que destapé más de un escándalo.
Era un laberinto de oficinas con escritorios viejos y vetustos. Les juro que pensaba que de noche por esos pasillos se paseaba más de un espanto. Esas oficinas eran el escenario perfecto para una película de terror. Veinte pisos de un viejo, destartalado y poco ventilado edificio en el que trabajan cientos de personas en las condiciones más mediocres posibles.
Lo más increíble de todo era que en esos despachos de escritorios añejos, alfombras rotas y paredes curtidas se les hacia el seguimiento a los recursos del Estado y se perseguía a los corruptos. Ni qué decir de la oficina de prensa. Eso era una ¡grosería!
Pero todo cambió. En días pasados tuve la oportunidad de conocer las nuevas instalaciones de la Contraloría en el sector del Salitre, y sentí una gran alegría por todas esas personas que ahora disfrutan de un puesto de trabajo digno, decente y moderno.
El nuevo edificio está dotado con todas las herramientas tecnológicas que le permiten a este organismo fiscalizar y hacerle seguimiento a los recursos del Estado en tiempo real. En unas instalaciones consecuentes con su oficio, con su responsabilidad. Con espacios abiertos, escritorios y computadores nuevos y con temperatura controlada. Ahora reina el orden, el equilibrio y la luz.
El componente tecnológico de la nueva edificación, en donde se imponen conceptos como seguridad informática y manejo de la información en la nube, colocan a la entidad a la vanguardia en la utilización de novedosas aplicaciones y en el manejo de las nuevas tecnologías de la información en el sector público. Un ejemplo que las demás dependencias del Estado, de un Estado moderno, deberían seguir.
El cambio ha sido total, radical y eso se refleja en el rostro de las personas y en la manera como lo reciben y lo atienden a uno.
Ahora si da gusto ir en busca de chivas a la Contraloría… a la Contraloría del futuro!!!
Comentarios