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Por Damián Pachón Soto.

Escritor y profesor de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás.

 

Durante esta semana (del 9 al 13 de noviembre) se realiza en Medellín la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales. El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) una institución que lleva pensando la realidad latinoamericana por más de 40 años, la sacó del estadio: más de 20 mil inscritos y más de 12 mil asistentes en su primera jornada.

 

Además de los invitados de lujo, el expresidente de Uruguay Pepe Mujica y el de Brasil Lula Da Silva, en el evento académico más grande y más importante del año, participan 43 países, incluyendo representantes de Asia y Europa. También intelectuales de la talla de Boaventura de Sousa Santos, Leopoldo Múnera Ruiz, Alejo Vargas Velásquez, Aníbal Quijano, Arturo Escobar, Santiago Castro-Gómez, entre otros. Es una apuesta por el pensamiento crítico de la región, que se ocupa de temas como los procesos democráticos, la justicia social, las políticas publicas y los procesos de paz.

 

Un punto central del evento es la reflexión en torno al papel de las ciencias sociales en la realidad actual, del rol fundamental que éstas tienen para las sociedades de hoy; de la manera como el pensamiento, las ideas y la utopía fijan horizontes para la acción humana buscando otro mundo posible y alternativas a la degradación ambiental y social  que padecemos.

 

Es una apuesta para evitar el suicidio humano en un mundo donde la injusticia social crece día a día y parece condenar como desechables a más del 60% de la población mundial, como lo advertía hace unos años el Premio Nobel de Literatura José Saramago. Es un tema crucial para Colombia, en especial, por la crisis que vive en este país la enseñanza de la historia y de la filosofía.

 

Una sociedad sin historia justifica todas las atrocidades del presente, pues asume que los males siempre han estado ahí; una comunidad sin historia está sumergida en una especie de idiotez, de peste del olvido para decirlo con García Márquez; así mismo, una sociedad sin filosofía es una sociedad que renuncia al pensamiento crítico y se conforma con lo existente, renunciando, a su vez, a la esperanza; una sociedad sin reflexión, es una sociedad anestesiada, conformista, que de paso le hace juego a la corrupción política que carcome, como un cáncer al país;  que condesciende con todos los males existentes en un país de tercera que su gobierno quiere vender al mundo como de primera.  

 

El evento es también una apuesta por la paz de Colombia. Apoyo que ya han manifestado los expresidentes Pepe Mujica y Lula Da Silva. Mujica, tal vez el único mandatario realmente decente de la política latinoamericana de los últimos 50 años, ha manifestado siempre su disposición y se ha ofrecido como mediador para lograr el acuerdo de paz en Colombia.  Junto con Lula Da Silva, en su momento, transformaron la realidad de sus respectivos países. Ambos cuentan con una gran simpatía entre la gente joven de América Latina, de esas generaciones que encarnan el porvenir y que serán la historia que tendrá el futuro. 

 

Así, los grandes perdedores con este evento son los enemigos de la paz, de la diferencia, de la diversidad y del pensamiento crítico. Pero el gran perdedor es, sin duda alguna, Colciencias, una entidad paquidérmica, inútil, burocrática y  sin horizontes, que se negó a apoyar un evento de esta magnitud y de esta relevancia.

 

Colciencias se ha dedicado a apoyar las ciencias duras, desde luego muy importantes para el desarrollo del país, pero que nada pueden decir sobre los fines de la política, la democracia, los derechos humanos, la justicia social, la convivencia, la paz. Colciencias ha optado por dejar de lado el pensamiento social y se ha convertido en el principal obstáculo para la investigación en el país.

 

Su burocratizada dirigencia ha convertido todo en cifra, en estadística; y ha sometiendo a los investigadores a lo que yo llamo el paperfordismo, esto es, a la producción serializada de papers que no se difunden, que nadie lee, discute y aprovecha. Es hora de reformar esta institución y ponerla al servicio del desarrollo social de Colombia. Tal como está, es un ente que carece de una política clara y que copia a diestra y siniestra modelos caducos de gestión de la investigación.

 

Saludamos desde la academia esta apuesta por pensar nuestras sociedades y felicitamos a CLACSO y a Medellín por la organización de este monumental evento, puesto al servicio de un mejor porvenir.  

 

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