Esta semana tuvo lugar la socialización del informe de de calidad de vida de Medellín a 2008, elaborado por Medellín Cómo Vamos. En palabras de Jorge Iván González, el escenario constituye una aproximación al tribunal de opinión pública benthamiano el cual promueve la libertad de discusión, la responsabilidad pública y las sanciones populares.
En primer lugar se destaca la necesidad de sistemas de información confiables que permitan comparaciones reales en el tiempo y entre lugares. En este sentido, es necesario garantizar sinceridad en las mediciones de tal manera que se erradiquen las prácticas de manipulación de cifras. Por ejemplo, las tasas de homicidio por cien mil habitantes en la ciudad de Medellín fueron corregidas en su denominador por la población que el DANE publicó el año pasado (cifra menor respecto a los cálculos de planeación municipal), en tanto que el numerador no hace uso de artificios para desconocer causas de muertes violentas tales como la categoría ficticia de muerte sin determinar (en Bogotá, esta categoría incluye alrededor de 400 casos anuales durante los años recientes).
La educación sigue mostrando buenos resultados en cobertura, repitencia y deserción al tiempo que la salud evidencia avances en mortalidad infantil y en mortalidad por EDA, ERA y desnutrición. Hacer frente al aumento de muertes violentas es la prioridad de la política pública inmediata, pero la vivienda sigue siendo un desafío para la ciudad con un déficit cuantitativo superior a las 56 mil unidades así como los niveles de pobreza y desigualdad cuya dimensión es alta pero no se cuenta con medición reciente.
De la reacción por parte de la administración municipal ante el panorama de avances y retos es importante destacar la invitación a tener en cuenta a todos los responsables de la gestión local, toda vez que la influencia de decisiones nacionales puede contribuir al logro o fracaso de las iniciativas municipales.
Considero que el argumento más importante de este tribunal de opinión pública local, consiste en la reivindicación de un proyecto de ciudad que permita enfrentar los embates de asesinos de la vida y la palabra que sienten nostalgia de una ciudad que ya no existe. Por supuesto, existen algunos dementes con delirio de matarife que residen en El Poblado, San Javier o en municipios aledaños como Bello, pero también en toda la ciudad pulula el ciudadano que piensa y se piensa protagonista del desarrollo que nos libere de la esclavitud que trae consigo la exclusión, la desesperanza y la indiferencia por el otro.
Ese potencial de cohesión social nos permitirá seguir construyendo la Medellín humana, democrática, productiva y justa que le permita a la paz venirse a vivir a la Bella Villa para siempre.
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