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Marriott redefine el lujo barranquillero con una propiedad que rescata la ancestralidad Caribe.


Cuando me invitaron a conocerlo me tardé 0,05 segundos en aceptar. Desde su apertura, esperé ansioso hasta que llegó la invita al fam press. Un fin de semana repleto de gratas experiencias.

Aunque fue presentado en sociedad con la “promesa de infundir el espíritu Caribe”, creo que se quedaron cortos, pues sus espacios y vivencias anteponen en todo momento el alma barranquillera con su exquisita gastronomía, alegría desbordante y el connotado estilo de ‘cógela suave’ que engancha a propios y extraños.

Te hablo de Marriott Barranquilla, el nuevo hotel de lujo que la cadena internacional abrió recientemente en Puerto Colombia, al norte de la capital atlanticense.

Con solo cruzar el lobby me di cuenta que la propiedad refleja una esencia tan cosmopolita como ancestral, con decoraciones frescas y elegantes, suelos de mármol y mobiliario atemporal con toques de terciopelo y asientos en tonos curuba, ámbar y greige, propios de la región.

El bar sirve como centro del hotel y es el escenario para un aperitivo antes de almorzar, tomarse un café en la tarde o un vino antes de dormir. De diseño moderno, este espacio invita a la relajación y a los negocios. Su paleta de colores está inspirada en el patrimonio artístico y arquitectónico barranquillero, especialmente en las preciosas e impresionantes mansiones de estilo republicano.

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CULINARIA ELEVADA

Adyacente al lobby bar está Amira, un restaurante que rescata los ingredientes y técnicas tradicionales del litoral y los convierte en deliciosos platillos hogareños tales como el Tamalito de Berenjenas al Carbón: una hayaca de yuca y coco con boronía, cebolla y coco crocantes acompañada de brotes de temporada, $22.000, o los fabulosos Tacos de Pulpo, elaborados con pesto de cilantro, queso costeño, parrilladas, aguacate tatemado y tortilla de maíz cariaco, $44.000.

Su comedor es un dechado de nostalgia. Azulejos que evocan las viejas casonas, lámparas colgantes en crema y verde que resaltan la vegetación circundante y pisos en ladrillo rojizo zigzagueante que te llevan por los sabores y aromas ‘quilleros’.

Si eres devorador de carne, te recomiendo tres cortes: El Ojo de Bife con zanahorias baby, puré de arracacha, cebollas crocantes y suerito costeño, $72.000; la Pincanha con papa criolla, aguacate y chimichurri, $85.000 y una versión de Tomahawk importado con sal gruesa, yucas fritas, alioli de cebolla caramelizada y ensalada de hojas verdes, $470.000.

Para endulzarte, pide el Mousse de Lulada, un postre francés en lulo en merengue, injerto de mora y bizcocho de limón criollo colmado de salsa de tomate de árbol, $14.000; o degusta una Panna Cotta de Romero: reducción y sorbete de corozo en crumble de pimienta rosada ¡uff, imperdible!, $14.000.

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191 HABITACIONES

Su fachada sorprende en modernidad e invita a descubrirlo. Dos torres separadas por elevadores centrales dan acceso a 191 habitaciones realmente creativas, “que hacen volar la imaginación e invitan a la reflexión y la relajación”, remarca Marcela Steffens, gerente general de Marriott Barranquilla.

Marcela Steffens, gerente general, Marriott Barranquilla.

Esto es posible gracias a los acabados en madera natural tanto en el cabecero como en el piso, el escritorio y el marco del televisor, al igual que a la tapicería del coach y del asiento auxiliar. Claro que la iluminación incidental en ámbar también ayuda.

Aunque podría ser más grande, la piscina es del carajo, especialmente porque el constructor se preocupó por fundir el entorno verde a un deck de asoleadoras, mesitas con sombrilla y un bar que brinda opciones ligeras en alimentos pero potentes en espirituosos y cocteles. Apenitas pa’ pasarla bueno en los días calurosos de ‘La Arenosa’.

BRUNCH IMPERDIBLE

Los brunch me entusiasman y me elevan el espíritu y el del Marriott Barranquilla sí que lo hace bien. El entorno es una rumba total, con parrilla abierta, gloriosas barras de ensaladas, frutas y postres y algo imperdible: una estación de ceviches con todos los sabores del Caribe. Una forma magistral de honrar a Barranquilla, $120.000 adultos, $70.000 menores de edad.

Allí puedes pedir mojitos o gin tonics con variedades de hierbas frescas, soda, toppings y limón a tu elección.

Para reuniones más intimas alrededor de un buen café, la gente de Marriott se craneó Café Meira, un espacio espectacular que refleja la rica diversidad del vecindario, con teatrino, vistas al jardín y riquísima variedad de antojos, incluyendo carimañolas, arepa’e huevo y empanaditas de carne. Estoy seguro que en pocos tiempo Meira se reclamará su lugar en la escena cultural y de negocios local.

Si el destino te lleva a Barranquilla, Marriott es el lugar perfecto para comenzar. El hotel emplea a tantos lugareños como puede, ya sean locales, soledeños, de Baranoa o Galapa, por lo que las sonrisas, amabilidad y espontaneidad están más que descontadas. El equipo está siempre feliz de dar recomendaciones y de invitarte a probar nuevas genialidades.

 

AUDAZ Y ATREVIDO

Enclavado enfrentecito de Makro Villa Santos, por la misma acera del Club Campestre del Caribe, la propiedad le dio a Puerto Colombia un valor agregado en en reuniones de negocios con casi 1.800 metros cuadrados de espacios para reuniones, incluyendo un salón de baile para 750 personas, algo poco común en el sector.

Provocativa y maravillosa, si Barranquilla te entusiasma, el Marriott te hará sonreír  aún más. Audaz y atrevido, lujoso y confidente, una trampa de oro y miel dispuesta a complacerte. Creo que los hoteles más exitosos son aquellos que combinan perfectamente elementos de personalización con asuntos propios del destino.

Una propiedad que ha sido elegantemente de construida para agregarle piezas y experiencias únicas que no existían en otros hoteles de Barranquilla. Esto no solo le infundió alma y personalidad sino también una serie de elementos atemporales que invitan a visitarlo —¡y gozarlo!— una y otra vez.

Por décadas, los viajeros hemos sido entrenados silenciosamente por Marriott para intuir y dejarnos sorprendernos en cada rincón y pasillo, con cada vivencia que puede suceder en un hotel nuevo, algo que cariñosamente se conoce como ‘estar marriottizados’. Y para el caso de Barranquilla, el asunto es definitivo.

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