Tengo una amiga colombiana que vive hace muchos años fuera del país pero que siempre esta atenta y conectada con todo lo que sucede en Colombia, lo bueno, lo malo y lo feo. Hace unos días me envió un artículo llamado “The 10 Most Corrupt Countries, Ranked By Perception” de Enero de este año en el que varios países de Latinoamérica están representados en el Top 10.
Ella misma decía en el mensaje que me envió con el artículo “Dolor de Patria” y es que la corrupción es una de las enfermedades más alarmantes que está acabando no solo con la economía de Colombia sino con la economía de varias regiones de Latinoamérica.
Ahora en esta situación de COVID 19 la situación de la corrupción no para y no pensemos en corrupción solo desde el punto de vista de los negocios, es decir pagar para recibir un contrato o dar una “coima”, como dicen en otros lugares, para obtener un beneficio.
Corrupción es hacer trampa, salir a la calle cuando no debes hacerlo, tener un tapabocas pero no utilizarlo bien, utilizar influencias para que te atiendan más rápido que a los demás, cruzar un semáforo cuando está en rojo, etc.
Lo más cómico es que cuando un latinoamericano va a otros países más desarrollados tiende a cumplir las normas de esos países porque siente temor de ser castigado, pero a su regreso a su país de origen vuelve a sus viejos hábitos.
Latinoamérica necesita un cambio cultural radical que tardará generaciones, no es un cambio de políticos o de ideologías, es un cambio cultural a profundidad. Para ello es necesario un sistema de educación sólido y fiable qué, a día de hoy, no tenemos.
No importa que tan buenos negociadores podamos ser, que tan formados o que tanta experiencia tengamos en los negocios. Si la corrupción entra en un proceso de negociación solo queda una solución, plantear un NO NEGOCIABLE.
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